Las casas son unos monstruos que reclaman
mucho tiempo. Fíjese que hay que barrer, mapear, fregar, lavar ropa, pasar
paños, recoger, ordenar…y etcétera, etcétera. Me siento a leer el periódico y
recuerdo la trastera. Voy a la sala y recuerdo las fotos que tengo que
organizar, en el baño veo el polvo acumularse por las esquinas. ¿No pasé el
mapo ayer? ¿O fue antier? Y el polvo en
las ventanas… ¿desde cuándo se acumula?
La verdad es que para ser un ama de casas
ideal se requiere de varias ayudantes—una que viva contigo-- dinero o ambas
cosas. No hay forma de mantener una casa
más o menos decente y también tener vida. El año pasado quedé atrapada, en una fiesta
de Navidad por cierto, en una conversación entre dos retiradas que contaban
con lujo de detalles cómo mantenían sus casas limpias. Había de ambas cosas, mucha ayuda externa y
dinero. Ellas aseguraban que mantener una casa impecable era importante para
una vida familiar placentera, creo que dijeron buena. Una hasta citó a otra
lumbrera: “La mujer que se aburre en la casa es porque es una puerca”. Yo me
limité a escuchar sus sabios consejos mientras buscaba con la mirada cómo
escaparme de esa conversación asfixiante. Veía al colega reír allá con otros amigos y le quería gritar: "Sácame de aquí". No me interesaba entrar en la
competencia que se había entablado entre las dos mujeres porque... sabía que iba a perder. No tengo ayudante. La casa se limpia
gracias a una Roomba y mis pobres esfuerzos.
No quiero decir con eso que no me frustra
este monstruo que no me deja disfrutar plenamente de mis horas de ocio sin que
me ataque un sentimiento de culpabilidad que me obliga a coger un paño o una
escoba. Estoy constantemente luchando con el monstruo para que me deje escribir
o pintar o simplemente ver televisión sin que me esté hablando. Me identifico
mucho con el comercial ese de la casa que le habla a la mujer. “If these walls could
speak” dice. Acá no tenemos el problema del comején pero si las paredes
hablaran habría muchas más mujeres en el manicomio. ¡Si es que sin hablar hostigan a uno! (I’ve got enough guilt to start my
own religion.) Y sí, digo mujeres
porque aunque los hombres hacen por la casa—digo algunos—pero no sienten el
impulso de limpiar, recoger ni ordenar como nosotras. Y acepto que es
socialmente inculcado.
Es cierto como dice el
colega que me exijo demasiado—él es feliz con la casa tal cual. “No sabes
descansar.” “Siempre estás buscando que hacer.” “Cójelo suave.” Pero aunque
trato de ignorarla, hay otra voz que dice: “Qué puerca,” “cómo pierdes el
tiempo,” “limpia ahora que puede llegar visitas”… Ya ven, la meta es escribir
no menos de 500 palabras y tengo 471. Me faltan 29 y ya me llama el baño que dejé sin limpiar
para venir a quejarme de la casa. Seré capaz de llegar a la meta o tendré que interrumpirme para atender
lo que ignoré para venir a escribir estas palabras que nadie quiere leer. Lo logré. ¡Meta trazada!
2 comments:
Bueno Acacia, me alegro de que hayas dejado salir el "monstrum" doméstico que vive en todos nosotros. Los quehaceres por alguna razón son los aguafiestas, inquisidores y enemigos número uno del trabajo creativo. Lo digo por experiencia propia. ¿Por qué será? ¿Será que es el enemigo en casa, allí donde también se siente uno a gusto creando? A mí me suele ocurrir muchas veces pero en las conversaciones entre hombres. En más de una ocasión he pedido rescate, pero siempre termina uno siendo víctima del full injection, el empañetado y la tubería tapada.
Hey, amigo. Te he echado de menos. Me fascinó ver a tu personaje luchando con la podadora. Je, je. Yo quejándome de la casa y Acacio peleando con la podadora. Serendipity?Biutiful!
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