Powered By Blogger

Tuesday, May 22, 2012

¿Para qué sirve la literatura?


Recientemente fui al Certamen del Cuento Corto en las facilidades del Sagrado Corazón (USC).  Allí se suscitó una discusión interesante sobre el rol de la literatura. Por un lado, el anfitrión Luis López Nieves (autor de varias novelas exitosas como El corazón de Voltaire y Seva) argüía que la literatura, sobre todo tenía que entretener al lector. En su argumento funcionaba la lógica del mercado.  Si el producto era mercadeable, valía la pena, de lo contrario era fútil. Le aseguraba López Nieves al público presente, que era posible vivir de la escritura creativa. Por otra parte, el director de Isla Negra, Carlos Roberto Gómez rechazó el discurso de López Nieves.  Afirmaba Gómez que un autor escribía porque tenía algo que decir y que entretener al lector no debería figurar en el ánimo del escriba. Podía un escritor como la autora de Harry Potter ser muy exitoso en su tiempo, pero que dentro de cincuenta años--si no escribía algo pertinente-- nadie se iba acordar siquiera de su nombre (muchos de los presentes ya ni nos acordábamos del nombre hasta que algún miembro del público lo gritó.  Para el record es JK Rowling.) Concluía el director editorial, que si una persona no tenía nada profundo que decir, mejor se dedicara a otra cosa (que conste que parafraseo).

A mí me parece que ambos tienen algo de razón.  Para empezar, tendríamos que aceptar que el que escribe lo hace con la esperanza de que alguien, el que sea, lo vaya a leer. Esto puede decirse hasta de una carta, o un correo electrónico.  Cuando escribimos tenemos un lector (ideal o no) en mente. Por lo tanto, tenemos que encontrar las formas de atrapar a ese lector y convencerlo de que vale la pena continuar la lectura de nuestro proyecto hasta el final. Por otra parte, también creo que aunque entretener es uno de los propósitos de la literatura, no es el único.  La literatura si ha de ser duradera, tiene que hacer algo más que entretener y su único fin, no puede ser,  ni debe ser vender. Aun cuando el número de copias en el mercado pueda indicar lo exitoso que sea un o una escritora, me parece, como decía Gómez que será su longevidad en el mercado, lo que va a determinar si es o no Literatura, así con letra mayúscula.

La novela Love Story (1970) me viene a la mente.  En su momento vendió millones de copias y su autor Erich Segal se hizo millonario; hoy no tiene ninguna relevancia y hasta se le parodia por su vacuidad. En esta categoría podríamos también incluir el trabajo de Corín Tellado.  Cuando era adolescente me devoraba las novelas de esta prolífica autora de novelas románticas como toda una generación ahora lee las de la colección Jasmine.  Estas novelas del tipo rosa (o fresitas si prefieren) fueron importantes en un momento de mi vida, como lo fueron los cómics, las novelas de Agatha Christie, Victoria Holt y Barbara Cartland. Pero llegó un momento en que perdí interés en este tipo de literatura. Alguna vez, ya adulta intenté leer una de las novelas de V. Holt y la encontré tan pobre e insípida que tuve que abandonarla.

Esta literatura light tiene un propósito claro, entretener y puede ser el tipo de texto que habría que escribir si se quiere ser millonario. Ahora si lo mueve a ser autor de novelas otro motivo, este tal vez no sea el género por el que se incline. Yo no creo que haya que descartar el oficio de ser escritor porque no se tienen pensamientos profundos como los de Umberto Eco. Las novelas rosa, las de detectives, las de horror tienen un público que las devora.  JK Rowlings, James Patterson, Stephen King, no serán grandes escritores ni se van a encontrar grandes ideas en sus obras, pero entretienen al lector que busca escaparse de su realidad en el mundo de la acción, el glamour, o las ilusiones románticas y eso está bien. Ese público también merece ser atendido. Y hay lectores eclécticos que lo mismo leen una novela rosa que War and Peace.

¿Quién decide que una novela es buena? ¿Qué va a tener impacto duradero? A veces son las editoriales; a veces los académicos. Sin embargo, ninguno es infalible.  En 1965, un autor colombiano poco conocido escribió una novela que tuvo un enorme impacto en el mundo. Sin embargo, cuando la llevó a Seix Barral, la rechazaron porque no le veían potencial de venta. Hoy, cuarenta y cinco años después y millones de copias vendidas, hay generaciones de jóvenes como lo fui yo, (la leí a los 17 años) descubriendo Cien Años de Soledad y maravillándose con su creación de un mundo que revela la soledad existencial, la complejidad de ser parte de una familia y la locura de estar vivo.  

1 comment:

Ivonne Acosta Lespier said...

Me llamó la atención este post- que no había leído- porque me hizo acordarme de tu experiencia con los sueños de tu mamá. En ese foro, si hubiese sido ahora, podías haber aportado que la literatura ayuda a entender procesos en la vida. Me sorprende la descripción de López Nieves por su falta de profundidad, mucho más acertado el de Isla Negra.