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Saturday, January 15, 2022

Station Eleven: serie vs novela

 

Hace tiempo que no escribo sobre las series que veo así que decidí escribir algo sobre la que me tiene fascinada, tanto así que la he comenzado a ver de nuevo y hasta compré la novela. Lo que me propongo hacer aquí es tratar de entender cómo y por qué es que la versión televisiva y la novela, aunque diferentes, funcionan tan bien; cada una en su mundo, por supuesto. No sé si lo he logrado pero aquí van mis observaciones. Si no ha visto la serie o no conoce la novela: SPOILER ALERT.

Para empezar, un breve resumen de la trama. Station Eleven es una obra de Emily St.John Mandel que narra el antes y el después de los sobrevivientes de una pandemia (un virus misterioso) que acaba con gran parte de la humanidad. Estos sobrevivientes son: los miembros de the Travelling symphony que reúne a varios músicos y actores que viajan deleitando a la gente de los pueblos a los que llegan tocando música y presentando obras de Shakespeare; un grupo más grande que vive en un aeropuerto y cuidan del museo que ellos llaman El museo de la historia y por último están los seguidores de The prophet. 

 La serie Station Eleven (HBO) empieza en un teatro. Arthur Leander (interpretado por el magnifico, Gael García) que es un personaje que muere en el primer episodio pero que recurre como referente o recuerdo a través de la serie, lo vemos sobre el escenario en el papel de King Lear. Otro personaje recurrente, Jeevan, está entre el publico cuando nota que al actor le pasa algo y se levanta a prestar ayuda, a pesar de las protestas de su novia y los ujieres del teatro. En la serie Jeevan no es doctor ni siquiera paramédico, es más bien un escritor sin metas fijas, pero algo que el mismo no entiende lo mueve a socorrer al actor.

La novela también empieza con la obra de teatro. También Jeevan es quien primero se percata de que a Arthur le sucede algo, pero en la novela Jeevan ha estado entrenando para ser paramédico, y además conoce la obra que se presenta al dedillo por lo que nota cuando Arthur salta líneas del parlamento. Esto justifica su actitud y presencia en el escenario.

El que sea o no sea aprendiz de paramédico parece trivial en la serie, pero es de suma importancia en el desarrollo del personaje y la trama de la novela. Aun así los escritores de la serie logran cuadrar efectivamente el eventual conocimiento médico de Jeevan, conocimiento que adquiere a pesar suyo.

 Otro personaje central es la joven Kirsten Raymonde (Mackenzie Davis). Kirsten la vemos por primera vez como una niña de apenas 8 años que adora a Arthur y sabe que lo que quiere en la vida es ser como el, un actor que hace lo que ama. En la serie, el papel de la joven Kirsten lo hace la adorable Matilde Lawler. Matilde lo mismo parece tener 8 años que 30. Hay una dulzura y candidez en el personaje que sobrecoge al espectador. Kirsten,en la serie, abarca varios roles que en la novela se reparten. Y aquí es donde la magia del guión se manifiesta en todo su esplendor. La serie logra encapsular en diez episodios las 300 y pico de páginas de la novela. Kirsten en la serie es una heroína de series de acción, mientras que en la novela se debate entre el miedo y la inseguridad.

The prophet, cuyo verdadero nombre es Tyler y es hijo de Arthur, es un personaje al que le han dado otro giro en la serie. En la serie, Tyler abandona y vehemente rechaza lo conocido, el pasado, para buscar una vida que le sea más aceptable; mientras que en la novela es un niño engreído que se va con su mamá detrás de una secta religiosa y de alguna forma que no queda claro termina llamándose el profeta. En la serie lo han querido suavizar supongo para que se de la reunión final y para que se justifique su conexión con Kirsten pero en la novela es simplemente, el malo. No exploran su psiquis ni por qué hace lo que hace. Va por la vida robando niños, casándose con niñas y matando al que no lo sigue o lo contradice.

Como ven, la serie toma vida propia, cosa que leí que la autora aprobaba. El capítulo final de la novela dista mucho de la serie. En la novela, Kirsten llega al aeropuerto con sus compañeros rescatados de las garras del profeta. Cuando Clark conoce a Kirsten la lleva a la torre del museo para compartir un descubrimiento alentador, mientras que en la serie el final se centra en atar cabos: Clark (el mejor amigo de Arthur), Tyler y Elizabeth (esposa de Arthur y madre del profeta) se reconcilian; mientras también se da el esperado y conmovedor encuentro entre Kirsten y Jeevan.

 Para finalizar debo mencionar la cómic o novela gráfica que da titulo a la obra; Station Eleven. Esta es la obra de vida de Miranda, a quien no he mencionado pero que es la primera esposa de Arthur. Miranda quien en la novela es compueblana de Arthur y en la serie proviene de una isla del caribe, es una artista obsesionada con la idea de un astronauta perdido solo en el espacio y de eso se trata el cómic que tanto Kirsten como Tyler reciben de manos de Arthur. Aunque the prophet utiliza el cómic como su Biblia en la serie, en la novela es una combinación de la Biblia y el cómic, lo que lo convierte en un personaje aun más siniestro.

Creo que la serie funciona bien porque no se deja arrastrar por lo que deja la novela por explorar, por las cosas que deja sin resolver. También porque es capaz de convencer al espectador, ya algo familiar con una pandemia, de que lo que se narra podría pasar. Una niña podría quedar a cargo de un desconocido, podría haber problemas para sobrevivir y así nos volvemos cómplices de los personajes. La serie también logra convencernos de que vale la pena unirnos al viaje de supervivencia de Kirsten y aquellos a quienes ama y a los que se aferra después de haber perdido tanto. 

Ayer mientras pensaba en por qué había decidido escribir sobre esta serie cuando he visto tantas, concluí que los personajes, una niña encantadora y un hombre bueno pero confundido, me invitaron a acompañarlos en un viaje por terreno desconocido y lograron que me entusiasmara por verlos tener éxito y seguir el desenlace. Espero no haber dado la impresión de que la novela no sirve. Es buenísima, pero no es la serie. El capitulo 6 por ejemplo, es fascinante. En el se incluye una lista de cosas que después de la pandemia dejaron de existir. Cosas cotidianas, normales: "No more diving into pools of chlorinated water lit green from below. No more ball games played out under floodlights. No more porch lights with moths fluttering on summer nights..." y así sigue. El capitulo es estremecedor y encantador. Nos deja con el sabor amargo de lo perdido. La recomiendo.

En fin, otro atractivo de ambas versiones y por lo que las recomiendo es que tratan temas familiares: la incertidumbre, el futuro trastocado por una pandemia, la esperanza, los lazos que se forjan en la tragedia y el poder del arte para imaginar mundos alternativos, así como para entender nuestro entorno y lo que valoramos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sunday, January 09, 2022

Escoger el olvido

 

Hoy, 8 de enero de 2022, la prensa informa de la muerte en Colombia de la primera persona que ejerce el derecho a que se le practique eutanasia sin que medie una condición terminal. En Colombia la eutanasia es legal desde el 2015 y según elpaís.com, unas 157 personas han optado por ella. Lo que hace este nuevo caso singular es que Víctor Escobar de 60 años solicitó el procedimiento albergándose en una cláusula de julio del 2021 que extiende el derecho a aquellas personas que puedan comprobar que su padecimiento viene acompañado de “intenso sufrimiento físico o mental”. 

Cuando Víctor tomó la decisión de someterse a este procedimiento, ya no se podía valer por si mismo y requería una enfermera 24/7. Me imagino que no fue una decisión fácil ni apresurada. Me imagino las largas horas en las que debió consultar con su esposa, hijos, familiares, amigos cercanos y abogado. Me imagino que hubo momentos en que dudó. Me imagino porque yo lo pienso a menudo, ahora más que estoy padeciendo una enfermedad degenerativa y sin cura. 

Cada vez que se asoma el drama de mis hermanas peleando por quien cuida o no cuida a mami, lo pienso de nuevo. No es agradable estar encamado y a la merced de los demás y sus traumas. También sé que no es fácil ser cuidador de enfermos. Nunca aspiramos a uno ni lo otro. A los hijos no se nos entrena para cuidar a los padres. Solo quisiera que ser cuidador no resultara en tanto drama, recriminaciones y mezquindad. Quisiera poder resolver consiguiendo una Mary Poppins o una santa cualquiera que les quitara de encima la responsabilidad a las hermanas. Quisiera estar bien para dar la mano como corresponde. A los que les tocó ejercer de cuidador, como les ocurrió a mis tías, y a tantas otras personas, reconocen lo duro que es. Una de mis tías dijo que prefería la llevaran a un asilo. Otra me dijo que había que disfrutar de los padres mientras todavía los tenemos; eso sería lo ideal. El problema es que cuando nos damos cuenta de qué es lo realmente importante, ellos ya no están. 

Por otra parte están las cuidadoras asalariadas. En casa, las cuidadoras, que hacen lo que pueden, resulta ahora que son inadecuadas e ineficientes. “Lo hacen todo a la carrera”, dice una de mis hermanas. Muchas cuidadoras (digo muchas porque en su mayoría apostaría que son mujeres. No tengo los datos pero tampoco lo dudo)  llegan a esos trabajos por default….porque en ese momento necesitaban un trabajo y se les ocurrió a ellos o a otros que esto era un ingreso seguro, fácil y temporero. Muy tarde se dan cuenta de que llevan años en la faena. 

La otra alternativa que favorece una de mis hermanas es un asilo pero no creo que eso sea una opción a estas alturas. Ya mami sospecha que no está en su casa. “Yo ya no soy yo ni mi casa es ya mi casa” reza un poema de Lorca al que me veo regresando a menudo…Mami añora otra casa que existe solo en sus recuerdos o en su imaginación. A menudo pide que la llevemos allá.

Volviendo a Víctor, me imagino que tuvo que lidiar con algo de esto. Supongo que puso su vida y la de los demás sobre la balanza. Supongo que se cansó de los malos tratos y las caras largas, de las interminables peleas y discusiones. Supongo que entre el dolor que lo abrumaba y el sufrimiento de los demás, escogió el olvido. Supongo que más que el padecimiento físico que puede subsanarse algo con medicamentos fueron las tragedias diarias que lo hicieron apresurarse a tomar su decisión. Una vez le comentaba a un amigo que lo importante no era protegerse para no enfermarse, algo que a el lo obsesiona, sino saber cuando decir adiós. En lo que me concierne: yo soy Víctor Escobar. Cuando llegue la hora de la dependencia total, opto por la salida más digna. Tal vez me haga ciudadana Colombiana para lograrlo.