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Friday, December 27, 2019

Lecturas 2019



Este año mi lista de lecturas es bastante mas corta que en años anteriores. Se lo achaco al tiempo que estuve sintiendo mal y sin ánimos, aunque hubo varios libros que simplemente abandoné. No hay tiempo para los libros que no me agarran aunque de esta lista hubo varios que por poco suelto también...no lo hice porque algo me obligó a seguir ya fuera el tema o el sentimiento de culpa. Aquellos con asteriscos fueron los preferidos.

  1. Los divinos de Laura Restrepo. Divinamente escrita. Cuenta la historia de cinco amigos que tratan de mantener los lazos que los une aun después de que uno de ellos comete un crimen innombrable. ***
  2. Nada de Carmen Laforet. La leí por primera vez cuando tenía diecisiete años. Me fascinó entonces. No tanto ahora. Una joven va a vivir con su familia para poder asistir a la universidad. Poco a poco va descubriendo los secretos de la familia violenta e excéntrica que la acoge.
  3. Vox de Christine Dachler. Trata de una sociedad represiva en la que las mujeres pierden la voz, o el privilegio de hablar y de emitir opiniones.**
  4. Los tiempos del odio de Rosa Montero. La tercera parte de las aventuras de la replicante, Bruna Husky.**
  5. The Orchid Thief de Susan Orlean. Trata de cómo una periodista se obsesiona por conocer a los cultivadores de orquídeas, en particular un tipo excéntrico que es arrestado por robar orquídeas.  La idea detrás del libro es más interesante que su ejecución ya que ni la periodista ni el ladrón son personas buenas; aunque él es más interesante que ella.
  6. It’s like this cat de Emily Cheney Neville. Una novelita para jóvenes que llevaba años diciendo que iba a leer. Había ganado el Newberry Medal en el 1964.  
  7. Sangre derramada de Asa Larsson. Novela policíaca sueca. Una ministra es asesinada y una abogada con lazos con el remoto pueblo ayuda a esclarecer el crimen.
  8. La reina del sur de Arturo Pérez Reverte. Excelente aunque pasada de larga. Cuenta la historia casi verídica de Teresa Mendoza, una chica mexicana que huye a España para esconderse de narcotraficantes que buscan darle muerte para liarse con otra red de traficantes en el exilio. **
  9. The Children of Men de PD James. Esta la leí después de ver la película por  tercera vez. Se parece algo a la película excepto que la bebé a la que hay que salvar no es de una prostituta negra sino de una mujer blanca. La leí en formato digital. **
  10. When we were orphans de Kazuo Ishiguro. Pensé que me iba a gustar porque me gustó The Remains of the Day pero no…trata de un niño chino que es criado en Inglaterra, se hace detective y sueña con reencontrarse con su madre.
  11. Zone One de Colson Whitehead. Mi primera novela de zombis. Súper bien escrita. El protagonista es un “survivor:” Cuando el virus que convierte a mucha de la población en zombis llega, él logra sobrevivir y se une a un grupo que se dedica a la exterminación de los afectados. ***
  12. Educated de Tara Westover. Es la autobiografía de una joven mormona y cómo sobrevive en medio de la neurosis de su padre y la violencia familiar. Tediosa.
  13. The Testaments de Margaret Atwood. Atwood no ha perdido la magia. La leí en dos o tres días. No quería soltarla. Es la continuación de The Handmaid’s tale. Sigue la vida de tres mujeres asociadas con June, la protagonista de la primera novela. ***
  14. Good Omens de Terry Pratchett y Neil Gaiman. Ha nacido el anticristo y los ángeles andan nerviosos porque el encargado de traerlo y colocarlo en una familia política prominente se equivocó y el niño termina en casa de unos campesinos. Divertida e irreverente. ***
  15. Nombres y animales de Rita Indiana. Divertida. La protagonista, una joven de quince años trabaja con su tío en una oficina veterinaria en lo que regresan sus padres de un viaje por Europa. Así empieza: “Los gatos no tienen nombres, eso lo sabe todo el mundo. A los perros, sin embargo, cualquier cosa les queda bien, uno tira una o dos sílabas y se les quedan pegadas con velcro: Wally, Furia, Pelusa, etc. El problema es que sin un nombre los gatos no responden, ¿y para qué quiere uno un animal que no viene cuando lo llaman? Mucha gente se conforma, dicen Aníbal, Abril, Pelusa, etc. y los nombres rebotan como el agua sobre los pelos de gato. Dicen Merlín, Alba, Jesús y los gatos, como si no fuera con ellos, van a lamerse el culo en la dirección opuesta. Cualquiera se tira de un puente.”**

Sunday, November 03, 2019

Enseñanzas



Cuando pienso en mami a menudo lo hago con tristeza ya que sus últimos años los ha pasado postrada en una cama cuando merecía estar caminando y viajando. También pienso en la importancia e influencia que tuvo en mí y lo mucho que le debo por las cosas que me enseñó, algunas, sin querer. Hay cosas que mucha gente ni se imagina que aprendí de ella. Aquí una lista de las que recuerdo:

De mami aprendí a leer novelas fresitas, en especial le gustaba comprar las de Corín Tellado. En mi generación si eras lectora, lo aprendiste de las cómics o de esta prolífica escritora que escribió mas de 1000 novelas, todas siguiendo la misma fórmula de la chica que se enamora del chico, encuentran un obstáculo que logran superar y terminan felices para siempre. Mami compraba las novelas de bolsillo, muy populares entonces y que su heredera son las hoy llamadas Jazmín. También compraba la revista Vanidades que incluía una novela, a veces de Corín Tellado o, de otro escritor español que usaba el seudónimo de Carlos Santander. Cuando la revista Buen Hogar comenzó a publicar en español, mami empezó a comprarla. Esta revista que se especializaba en los cuidados del hogar incluía novelas americanas en traducción al español.  El haberme introducido al mundo de las novelas y revistas creo que es lo que mas le agradezco ya que estas lecturas me llevaron a otras con las que he podido, como dice GRR Martin, vivir muchas vidas.


De mami también aprendí a ver y disfrutar de las telenovelas. La mujer de aquella noche, y La usurpadora son algunos títulos que recuerdo. El interés por las telenovelas lo perdí eventualmente, pero creo que fue ese interés por las telenovelas lo que me llevó a las series televisivas que tanto han deleitado mis momentos de ocio.

De mami aprendí a cocinar, o  por lo menos a disfrutar la comida. Que conste, que aunque no lo hago muy mal tampoco lo hago tan bien como ella. Mami era una cocinera más bien reacia--cocinaba porque no le quedaba más remedio-- rara vez recuerdo que lo disfrutara. Sin embargo, que bien lo hacía. Todavía me parece saborear la carne guisada, el pollo guisado, el pollo al horno, las alcapurrias, las cremas que preparaba. Todo, a pesar de su renuencia, le quedaba bien y se esmeraba en que así fuera. 

Aprendí a limpiar la casa. Aunque no era una nazi, a mami le gustaba que la casa estuviera limpia y se preocupaba, algo que para el pesar del colega también hago, por cosas triviales como por ejemplo, cuán blancas quedaban las tazas. A pesar de que tampoco disfrutaba fregar, no había olla ni taza que no estuviera inmaculada.

Aprendí a ser vanidosa. Mami se preocupaba por lucir bien. Le gustaba arreglarse y se cuidaba mucho la piel; gracias a ella, reconozco la importancia de un buen humectante y de usar crema de manos. Aunque era mas bien modesta con el maquillaje, mientras pudo valerse, nunca dejó de humectarse la piel o pintarse el cabello. Una de las cosas que más disfrutaba cuando ya no salía sola, era que la llevara al salón de belleza.

A mami también le gustaba vestir bien. Su ropa la cuidaba mucho y la escogía con cuidado. Cuando éramos pequeñas se esmeraba, a  pesar de las limitaciones económicas, por comprarnos ropa buena y combinarnos las piezas. Le gustaba que estuviéramos limpias y sabía hacer que el lavado resplandeciera.  Siempre me impresionó que los pantaloncillos de papi relucían; nunca los vi ni amarillentos ni manchados. De ella aprendí a no mezclar las ropas de color con la blanca y por supuesto, la importancia del cloro.

Mami era una cuentista innata. Hacia cuentos fascinantes de sus ancestros y era capaz de contar algo que había leído o escuchado de niña de manera excepcional. Me arrepiento de no haber prestado más atención y de no haber grabado sus cuentos cuando todavía podía hacerlos.

Supongo que todo esto puede parecer trivial pero son las cosas que marcaron una parte de mi vida. Creo que a ella le gustaría por ejemplo, que dijera que aprendí a rezar, a conocer de dios, pero aunque ella nos inculcó valores religiosos en algún momento dejé de rezar y comencé a rechazar la religiosidad. No fue, sin embargo, su culpa sino de los caminos por los que he transitado y de otros viajes, enseñanzas y reflexiones de los que ella no participaba.

Como último comentario diré que me hubiese gustado haber aprendido otras cosas que ella sabía y hacia muy bien como tejer y bordar, analizar sueños y otras cosas esotéricas, pero ya esas quedarán para otra vida.


Saturday, October 12, 2019

Ways of seeing


Después de casi un año sin conducir, he empezado a guiar distancias cortas. Las primeras veces, lo hice acompañada del siempre fiel y dispuesto colega y ayer fui sola a darme unas terapias. Fue grato estar detrás del guía y sentirme independiente. El colega estaba nervioso. Cuando no llegué enseguida, me llamó. Quería asegurarse que no me había pasado nada. Y eso que le advertí que si algo me pasaba, lo llamaba para que consiguiera una grúa.

Le comenté a una amiga de mi hazaña y me recordó la importancia de las pequeñas cosas y así es. En este tiempo en el que mi salud ha estado comprometida, he echado de menos cosas que antes tomaba por sentado. Cosas triviales y cosas esenciales. Conducir es una, ambular por la casa, por las calles sin reparos es otra. En fin, el mero hecho de poder desplazarme por la vida sin que a cada paso parezca que me pueda caer, o tropezar. Me decía otra amiga que es que momentos como el que he vivido nos obliga aceptar cuán frágiles somos frente a la vida, como el azar nos obliga a recomponer la vida, a cuestionarnos lo que tiene valor y a ajustarnos si hemos de sobrevivir.

En los meses en que viví físicamente comprometida o chueca como me gusta decir, lo peor era que sentía que había dejado de ser. A cada rato el verso lorquiano “yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa” resonaba en mi mente. Por meses no podía valerme por mi cuenta, ni siquiera podía bañarme ni vestirme sin ayuda. Hoy he recuperado algo de lo que había perdido y espero no recaer...En el ínterin, he aprendido a valorar lo aparentemente trivial, cotidiano, “normal.” Ver viejos caminar con agilidad me emociona, verlos bailar y correr me conmueve; y sí, hasta me llena de envidia ver que aquellos de edad mas avanzada que la mía aun se valen solos porque, vamos, que no soy canonizable. Creo ser mejor persona pero con un apego especial por ciertas cosas…las esenciales. Creo que he perdido interés en lo material. (Y no es que quiera vivir bajo un puente). El otro día pensaba en qué necesitaba de lo que había en la casa para ser feliz y no se me ocurrió otra cosa que no fuera el colega. Ni siquiera las fotos o los libros que en otra vida parecieran indispensables me amarran. Hace unos días mientras limpiaba me animé a desprenderme de una ropa de mi hijo de cuando era un chico que pensé estarían siempre conmigo. Me sorprendió lo relativamente fácil que fue llevarlas al pulguero.

En esta etapa me interesa viajar (no sé si mi condición aun me lo permita), relacionarme con la gente, con la familia, con los amigos y gozar a los nietos, verlos crecer e involucrarme en su vida; aprender cosas nuevas, pero por lo demás, sé que feliz agarro la cartera, por eso de poderme desplazar con algo de dinero e identificación y sigo a otra casa, a otro lugar, a otra vida... sin mirar atrás.


Wednesday, September 11, 2019

Recuerdos del 9/11


Cuando era joven se solía preguntar si uno recordaba dónde se encontraba y que hacía cuando murió John F. Kennedy. Yo siempre me quedaba en blanco. Kennedy había muerto en el 1963 cuando yo estaba, como suelo decir, inconsciente. La niñez para mi ha sido siempre una imagen borrosa con alguno que otro momento de claridad. La vida consciente me llegó ayer…o antier. En 1963, yo seguro que ni sabía quien era Kennedy. Para aquella época vivíamos en Chicago. Mis hermanas mayores seguro sabían quien era y habrían oído la noticia en la escuela pero no recuerdo que lo comentaran y si lo hicieron, no resonaba para nada conmigo. Mis padres, adultos al fin y quienes trabajaban a tiempo completo lo comentarían preocupados pero ellos no nos hacían participes de sus conversaciones…eran otros tiempos.

Sin embargo, si me preguntaran hoy si recuerdo que hacía el día en que ocurrió el 9/11, podría contestar con certeza pues lo recuerdo perfectamente. Ese día nos levantamos el colega y yo tempranito y fuimos a comprar unas matas a un vivero de plantas que por alguna razón que desconozco, ya no existe. No recuerdo el nombre pero estaba el nursery en Hatillo por la número 2. El que atendía escuchaba la radio y nos dijo lo que había ocurrido. Quedamos anonadados y preocupados ya que mi hijo estaba por Disney y se comentaba que era uno de los objetivos de los ataques. (Para aquel entonces no eran tan ubicuos los celulares y no fue hasta tarde en el día que pude comunicarme con el susodicho.) 

Del vivero pasamos al correo donde todo el mundo comentaba lo sucedido. Uno comentó que no sólo las torres gemelas habían sido atacadas sino también el pentágono. Llegamos a la casa presurosos por conocer más y nos instalamos frente al televisor. Allí, frente al televisor, pudimos ver el colapso de las torres y el caos que se generó. También sufrimos como todo el que vio las noticias, por los muertos y sus allegados. 

Por suerte, pronto nos enteramos de que los directivos de Disney habían decidido, por la seguridad de sus invitados y empleados, cerrar el parque por el día. Cuando pude, por fin, hablar con mi hijo, le hice todas las advertencias de rigor a lo que el seguro contestó—aquí la memoria me falla--con una mezcla de resignación y exasperación, “Si, mami.”

Sunday, August 11, 2019

Una confesión tardía



 A todos los que sobrevivimos pasados los 60 años, nos llega la vejez. A algunos la vejez los abraza y les da una calurosa bienvenida; los invita a gozar de una segunda oportunidad de disfrutar nuevas sensaciones, nuevas aventuras, nuevos caminos. Más a otros nos da un puño en la cara. Nos señala lo dificultoso que serán los próximos años y nos recuerda lo voluble y cruel que es el destino.

Hace tres meses fui diagnosticada con la enfermedad de Parkinson. Al recibir la noticia, confieso que lloré (y lloré por 2 meses más). No podía dejar de pensar en mi papá, que también la padeció, y lo frustrante y triste que fue su vida en los últimos años. Pensé que la vida se había acabado para mí, que ya no había nada que buscar. También empecé a culparme, a pensar en todo lo que había hecho o dejado de hacer que pudiera haber causado la enfermedad. Sentí miedo de decirle a la familia. No sabía cómo iban a reaccionar. Temí decirles a los amigos y que estos me rechazaran o decidieran que ya no valía la pena relacionarse conmigo. Recordaba que una vez una amiga me había dicho que ella no le decía a nadie que era retirada porque “a nadie le interesa tener amistad con personas retiradas,” o algo por el estilo. Se me ocurrió que si bien había visto el grupo de amistades encogerse después del retiro, si confesaba mi enfermedad, se reduciría aun más. Y no era que los culpara. No es fácil mantener la amistad con gente vieja y enferma. Cuesta. La amistad, después de todo surge, entre personas con intereses a fines y experiencias compartidas…las enfermedades, cambian esa dinámica. Pero de eso hablo en otro momento…

¿Qué como reaccionó la gente? La mayoría solidaria. Y eso me consuela.

¿Cómo he bregado con mi condición? Después de dos meses duros de depresión e introspección, de casi retirarme de la vida, me obsesioné con leer sobre la enfermedad de Parkinson (PD). Sigo obsesionada. Leo estudios clínicos y testimonios de otros, especialmente los que han logrado desplazar los síntomas y vivir una vida más o menos plena. En mi búsqueda, me topé con un vídeo de un señor que alegaba que un libro que había leído y las terapias que lo acompañaban le habían salvado la vida. Compré el libro, Goodbye Parkinson’s, Hello Life. En este libro el autor, un terapeuta físico de origen israelí, Alex Kerten, que promulga lo que el llama gyrokinetics, que no voy a explicar ahora, dice, entre otras cosas, que muchas veces dejamos que las enfermedades determinen nuestra vida. Esas palabras me tocaron. Me di cuenta que eso era lo que yo estaba haciendo. Estaba dejando que el PD me derrotara, que determinara mi vida y decidí cambiar de perspectiva. Decidí que no tenía que rendirme y que podía empezar a aceptar lo que me había pasado sin sentimientos de culpa ni derrota. Empecé a hacer ejercicios y hasta me matriculé en un gimnasio. Esta nueva filosofía de vida, me transformó, literalmente. Después de dos semanas, solté el bastón al que me creí condenada y apenas ayer pude virarme sobre mis propios pies, algo que pensé ya no volvería a hacer. Tengo un largo camino por recorrer. No estoy curada, el PD no tiene cura, pero tengo la esperanza de que pueda atajar un poco el progreso de la enfermedad y valerme por mi misma. Es un paso importante para mi salud mental y uno al que quiero aferrarme por un rato más…