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Sunday, July 22, 2018

El reciclaje de todos los días


Al colega y a mí nos gusta comer en casa. Lo disfrutamos. Casi siempre, el cocina, yo recojo. Pero a veces queremos comer fuera. Queremos salir, ver gente, y no tener que ocuparnos ni de planificar la comida del día ni de recoger. A veces, simplemente no estamos de ánimos o llegamos cansados después de un día largo. En estas ocasiones, compramos para llevar. Y he aquí el problema: los odiosos envases de foam que llenan el zafacón y nos llenan de sentimientos de culpa.

Se me ocurre que debería alguien proponer un proyecto de ley para eliminar estos odiosos empaques.  Cada vez que compro comida en los takeouts me da un estrés enorme saber que el envase en el que llevo la comida puede tardar más de un millón de años en descomponerse. He pensado en la posibilidad de llevar mi propio envase cuando vaya al restaurante más cercano pero temo que me miren cruzao’ y simplemente me digan que no. Sé que en algunas partes del mundo se puede hacer…que conste.

El proyecto de ley que sugiero podría permitirle al restaurante optar por varias alternativas al foam como los envases plásticos, que también son malos para el ambiente pero no tanto, o los de papel que no aguantan un buen plato de arroz con habichuelas, pero los hay más fuertes. Lo he leído. También hay unos que parecen tan fuertes como el styrofoam pero usan otro material. Nada, que hay que buscar soluciones. Debe haberlas. 

Supongo que los restaurantes podrían ofrecerles alternativas a los clientes, como por ejemplo venderles un envase reciclable que puedan traer cuando vuelvan al negocio—algo como lo que se hace con las bolsas del colmado hoy. O que el consumidor pueda traer un envase que cumpla con ciertos estándares de tamaño. O por lo menos que el proyecto de ley limite el foam a la comida para llevar fuera del negocio. Conozco negocios que ya lo hacen así. Al comensal que se queda a comer en el restaurante se le sirve en platos regulares. Lo mismo se puede decir de los cubiertos plásticos. Muchos terminan en la basura de todos modos. Mejor no incluirlos en el pedido. Yo he optado por pedir que no me incluyan cubiertos ni platos desechables cuando compro para llevar. En algunos países europeos no te dan ni servilletas ni vasos plásticos cuando compras para llevar. Aquí a veces te sirven el vaso plástico y el sorbeto también. Nunca lo he entendido.

Sé que hay alternativas. Starbucks ha informado que ya no dará sorbetos en sus restaurantes. Debería fomentar de una vez que la gente traiga su propia tasa por un descuento, u otro atractivo. Tal vez El Mesón pueda ser el pionero de la campaña en la isla para reducir el uso de materiales y proponer una campaña en la que compras la taza y cada vez que la traigas, si compras el desayuno te regalan el café ¡Servido en tu propia taza! Ya eso sería un importante paso adelante y un buen mensaje. En el mientras tanto, la culpa me consume...


Enlaces pertinentes:



https://www.mnn.com/food/healthy-eating/questions/what-is-the-greenest-take-out-container

Saturday, July 14, 2018

Fake News


Aunque el tema son los “fake news”, no voy a hablar de Trump sino de una cultura de la que puede brotar un personaje como el Presidente de EEUU.

Las noticias falsas se han convertido en un problema en estos tiempos del acceso fácil e instantáneo a la información. No solo se prestan estas noticias para el chisme inocuo sino también para la propaganda peligrosa. Pueden ser peligrosas no solo por su contenido sino porque fomentan una cultura nefasta. En vez de averiguar antes de hablar o compartir, los “fake news” promueven una reacción visceral  y se apoyan en la ignorancia para lograr su cometido. Descansan en la certeza de que la mayoría de los que las reciben son demasiado vagos para comprobar que lo que leen es cierto y lo suficientemente irresponsables para compartirlo.

En el periódico de hoy leemos sobre la preocupación que existe en Brasil con la influencia de las “fake news” ahora que se acercan las elecciones presidenciales. El gobierno para contrarrestar ha lanzado una campaña de educación para alertar a los votantes. Recientemente, en India una de estas noticias fabricadas que circuló por WhatsApp acusaba, aparentemente con nombre y apellido, a varias personas de participar en una red de secuestro de niños. Esta información, sin corroborar, provocó una serie de linchamientos en el que murieron unas 30 personas y en la que hubo cientos de heridos. Los que crearon el mensaje y lo pusieron a circular descansaron en la ignorancia y facilidad para la manipulación de los recipientes que reaccionaron a la “noticia.” Los que reaccionaron cayeron en la trampa porque asumieron sin educarse, sin investigar, que la información que les llegó era cierta y no dudaron en compartirla y tomar acción.

El WhatsApp , una aplicación muy útil, es el reino de todo tipo de "fake news". A mi cuenta llegan no menos de cuatro o cinco avisos falsos y consejos cuestionables a diario. Algunos son obviamente engañosos. Solo hay que considerar lo siguiente: la pobre ortografía, el uso de palabras que no usamos en Puerto Rico, expresiones idiomáticas que no usamos y su característica más clara, su tono alarmista. Muchos ni los leo, o les doy una vistazo para ver de qué tratan y nada más, o para ir a factcheckers a probar su autenticidad. A la mayoría no les hago caso pero particularmente me cuido de los que supuestamente vienen auspiciados por doctores con nombres poco comunes o que alegan que los demás médicos son unos charlatanes, o que la ciencia y los científicos nos quieren engañar. Están también, la mayoría, los que te instan a compartirlo. Esos, especialmente los que me amenazan o tratan de manipular con cosas como, “solo una de cada siete personas que lee esto lo compartirá”, los borro de inmediato.
 

A veces me pregunto cómo es que algunos de mis amigos, de mis amigas, de mis familiares, personas educadas en general, andan por ahí compartiendo tanta sandez. (Y esto incluye algunos vídeos.) Pienso que debe haber un botón de detente en el WhatsApp que te obligue a pensarlo dos, o hasta tres veces antes de enviar un mensajes de esos que son el equivalente de las cadenas que antes se enviaban por correo. Desafortunadamente, estos mensajes alarmistas ni siquiera incluyen el velloncito con el que se podía, a pesar de que te pedían que lo usaras solo para enviárselo a otro incauto so pena de una catástrofe que caería sobre ti, uno lo usaba para ir a comprar una maltita o un bombón.

A mis amigos y familiares, les ruego que no me envíen mensajes de alerta, o lo que el colega llama mensajes de Homeland Security. No todo lo que recibe uno debe compartirlo. Debemos leer el  texto, y si no es claro su origen, no debemos compartirlo. Si el mensaje tiene errores ortográficos debe ser escrito por un bot o por una persona poco confiable. Si tiene frases no comunes en la isla, eso es una farsa que viene sabe dios de donde y llega hasta nuestros lares. Si es una niña perdida o secuestrada, averigüe primero. Si es cierto lo va a saber la prensa. Cuando a mi se me ocurre compartir algo que recibo, frecuentemente añado un aviso de que no sé de donde provino pero que parece interesante o lo cotejo para comprobar su legitimidad.

Que conste que las noticias falsas no son nuevas. Antes se podían oír en la fila del supermercado o mientras esperabas al médico, o leer en la revistas de reputación cuestionables. Un amigo de la familia era notorio por llegar a la casa a decir barbaridades como las que hoy se comparten por las redes, pero el lo hacia con sorna y era obvio para todos que era mentira y causa solo para una carcajada.