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Tuesday, June 03, 2014

Nuestra monarquía



Ahora que se discute la abdicación del rey y los republicanos en España buscan la abolición de la monarquía, llega a mí un escrito de Juan Carlos Monedero publicado en Publico.es  Y por eso de no dejar de centrarnos en el ombligo, le busco parecidos a nuestra presente condición isleña.  Acto seguido, ciertas analogías vienen a la mente.

Primero, eso de la sucesión. Dice Monedero que las sucesiones son nefastas ya que “No heredáis solamente el derecho de convertirnos en súbditos. Siempre heredáis mucho dinero. Y luego lo sabéis mover muy bien.” Esto por supuesto, me hace pensar en los reyes nuestros, los Aponte, los Rivera, los Soto y demás.  “Por decirlo amable” como dice el profesor “Nos da mal fario.” Como Felipe, el de España, ninguno de los príncipes nuestros ha hecho nada extraordinario.  Lo que tienen lo han heredado y no me extraña si a costa del trabajo y sacrificio de otros. Tampoco son intelectuales que uno respete.  No han escrito nada, ni columnas de periódico, ni proyectos de ley que hayan hecho mella en nuestra psiquis. Sin embargo, se creen con derecho a heredar el poder. Creen merecerlo, simplemente porque sí. Creen, como los reyes de España, que Puerto Rico los necesita.  No es así.  Sobreviviremos felizmente sin ellos tal como lo hacen los pueblos sin reyes. “A ti te hacemos siempre falta nosotros. A nosotros no nos haces falta tú.”

Segundo, a los reyes les falta conexión con los problemas de las masas. En “No serás rey” Monedero menciona la falta de conexión del príncipe con el dolor del pueblo. Por ejemplo, Felipe anuncia que no va a tener luna de miel después que unos 200 españoles perdieran la vida en un atentado de Al Qaeda en Atocha.  Le quedó bonito.  Los españoles estaban conmovidos, pero lo cierto es que se fue calladito para que no lo persiguieran los paparazzi. Así mismo actúan nuestros reyecitos. Mientras el pueblo huye a los nuevayores en busca de trabajo, nuestros monarcas andan como si tal cosa. No se les ocurre donar sus salarios—ya demasiado generosos—o recortar el presupuesto de sus oficinas o puestos, pero sí andan azuzando para quitarles beneficios al 34% que como Atlas llevan la carga del país, ya que son los que trabajan y pagan impuestos. A los poderosos que no me los toquen.  Decía recientemente el economista Gustavo Vélez que teníamos que dejar de meterles la mano en el bolsillo a los ricos porque se podrían ir del país y que eso no nos convenía.  News flash¡! Los ricos no residen exclusivamente en Puerto Rico y van y vienen cuando les parece. Por eso los ricos que según Vélez “también lloran”, y los políticos no entienden y realmente ni les interesa lo que ocurre en el país. Ellos no se afectarán. Si el negocio quiebra acá pues se van para allá y a Dios que reparta suerte. ¿Los políticos? Pues esos se encargarán de rasgarse las vestiduras por los pobres y los trabajadores justo antes de las elecciones a ver cuantos incautos caen.

Por último, está el problema de la corrupción. La infanta Cristina, hija del rey Juan Carlos, fue acusada junto a su esposo por apropiarse de millones de euros del erario. Según la prensa española la infanta participó usando su imagen—o sea el título real—para conseguir contratos que favorecieran a la empresa de su esposo. Que mucho se parece ese caso al de Lucé Vela, la esposa de nuestro flamante gobernador Luis Fortuño. La licenciada se agenció gracias a su título real—primera dama—casi dos millones en trabajos notariales. También como toda una reina gastó $13 mil en gastos para su arreglo personal—a lo que no objeto si es que realmente necesita todo eso para verse bien, pero que salga de su propio bolsillo, no del pueblo como fue su caso. Y así, es como la realeza puertorriqueña se comporta como si esto fuera una monarquía. Todo lo hacen protegiendo sus propios intereses y los demás que coman torta, como alegadamente dijera la reina María Antonieta. Lo peor es que toda corrupción queda impune...

Si los españoles logran la república democrática a la que aspiran, les conviene recordar que no sólo los de la realeza se creen monarcas. A los gobernantes, de todo tipo, hay que ponerlos en cintura y no dejar que el poder se les vaya a  la cabeza, sea el país una monarquía o una república.




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