Nunca les he dedicado una entrada de este
blog a los padres. Ahora que mi hijo entró a ese gremio creo que llegó la
hora.
Los padres a pesar de que no llenan los
comercios como las madres, también son importantes en el desarrollo del niño o
niña. En mi familia, papi era un semi-dios y así como los dioses tenía virtudes
y defectos. Si fuera a darle poderes mitológicos, diría que era el dios
del carisma. Todo el que lo conocía caía bajo su encanto. Mi padre era un
hombre hermoso, fuerte, de voz estentórea y sonrisa fácil. Le gustaba cantar y
bailar, hacer chistes, hacer cuentos y leer.
No le interesaba la televisión o el cine sino como somnífero. No había
película o programa de televisión que pudiera espantarle el sueño que le producía
sentarse frente a ese aparato reproductor de imágenes. Le gustaba también jugar a las
barajas, dominós, dados y las apuestas en general, pero no era un jugador
empedernido. Tampoco bebía y dejó de fumar cuando éramos todavía pequeños. Trabajaba todos los
días, incluyendo los domingos como si tuviera alguna deuda pendiente por
saldar... Hoy que su ya frágil cuerpo lo traiciona constantemente, todavía lucha por continuar en la
faena.
Si tuviera que decir cual fue su mayor
regalo a mi vida, lo más que admiraba de el, diría que su curiosidad
intelectual y su interés por la lectura--afición que llegó a compartir con mi
hijo cuando les entró la fiebre de Harry Potter y las novelas de ciencia
ficción.
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