Después de
casi un año sin conducir, he empezado a guiar distancias cortas. Las primeras
veces, lo hice acompañada del siempre fiel y dispuesto colega y ayer fui sola a
darme unas terapias. Fue grato estar detrás del guía y sentirme independiente.
El colega estaba nervioso. Cuando no llegué enseguida, me llamó. Quería
asegurarse que no me había pasado nada. Y eso que le advertí que si algo me
pasaba, lo llamaba para que consiguiera una grúa.
Le comenté
a una amiga de mi hazaña y me recordó la importancia de las pequeñas cosas y
así es. En este tiempo en el que mi salud ha estado comprometida, he echado de
menos cosas que antes tomaba por sentado. Cosas triviales y cosas esenciales. Conducir
es una, ambular por la casa, por las calles sin reparos es otra. En fin, el
mero hecho de poder desplazarme por la vida sin que a cada paso parezca que me
pueda caer, o tropezar. Me decía otra amiga que es que momentos como el que he
vivido nos obliga aceptar cuán frágiles somos frente a la vida, como el azar
nos obliga a recomponer la vida, a cuestionarnos lo que tiene valor y a
ajustarnos si hemos de sobrevivir.
En los meses
en que viví físicamente comprometida o chueca como me gusta decir, lo peor era
que sentía que había dejado de ser. A cada rato el verso lorquiano “yo ya no
soy yo, ni mi casa es ya mi casa” resonaba en mi mente. Por meses no podía
valerme por mi cuenta, ni siquiera podía bañarme ni vestirme sin ayuda. Hoy he
recuperado algo de lo que había perdido y espero no recaer...En el ínterin, he
aprendido a valorar lo aparentemente trivial, cotidiano, “normal.” Ver viejos
caminar con agilidad me emociona, verlos bailar y correr me conmueve; y sí, hasta me
llena de envidia ver que aquellos de edad mas avanzada que la mía aun se valen
solos porque, vamos, que no soy canonizable. Creo ser mejor persona pero con un apego
especial por ciertas cosas…las esenciales. Creo que he perdido interés en lo
material. (Y no es que quiera vivir bajo un puente). El otro día pensaba en qué necesitaba de lo que había en la casa para ser feliz y no se me ocurrió otra cosa
que no fuera el colega. Ni siquiera las fotos o los libros que en otra vida
parecieran indispensables me amarran. Hace unos días mientras limpiaba me animé
a desprenderme de una ropa de mi hijo de cuando era un chico que pensé estarían
siempre conmigo. Me sorprendió lo relativamente fácil que fue llevarlas al
pulguero.
En esta
etapa me interesa viajar (no sé si mi condición aun me lo permita),
relacionarme con la gente, con la familia, con los amigos y gozar a los nietos,
verlos crecer e involucrarme en su vida; aprender cosas nuevas, pero por lo
demás, sé que feliz agarro la cartera, por eso de poderme desplazar con algo
de dinero e identificación y sigo a otra casa, a otro lugar, a otra vida... sin
mirar atrás.
2 comments:
“yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa” Creo que es cierto, ahora eres la casa de tu yo y toca remendar, retocar, reconstruir para mantenerse en pie. Como suelen decir, en los hogares son las pequeñas cosas las que dan más trabajo...y satisfacción. Bravo!!! Adelante. Me da mucha alegría leerte.
Gracias, amigo. Ya quiero que nos reunamos.
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