Recientemente
fui al Certamen del Cuento Corto en las facilidades del Sagrado Corazón
(USC). Allí se suscitó una discusión
interesante sobre el rol de la literatura. Por un lado, el anfitrión Luis López
Nieves (autor de varias novelas exitosas como El corazón de Voltaire y Seva)
argüía que la literatura, sobre todo tenía que entretener al lector. En su
argumento funcionaba la lógica del mercado.
Si el producto era mercadeable, valía la pena, de lo contrario era
fútil. Le aseguraba López Nieves al público presente, que era posible vivir de
la escritura creativa. Por otra parte, el director de Isla Negra, Carlos
Roberto Gómez rechazó el discurso de López Nieves. Afirmaba Gómez que un autor escribía porque
tenía algo que decir y que entretener al lector no debería figurar en el ánimo
del escriba. Podía un escritor como la autora de Harry Potter ser muy exitoso en
su tiempo, pero que dentro de cincuenta años--si no escribía algo pertinente-- nadie se iba acordar siquiera de su nombre
(muchos de los presentes ya ni nos acordábamos del nombre hasta que
algún miembro del público lo gritó. Para
el record es JK Rowling.) Concluía el director editorial, que si una persona no tenía nada
profundo que decir, mejor se dedicara a otra cosa (que conste que
parafraseo).
A mí me
parece que ambos tienen algo de razón.
Para empezar, tendríamos que aceptar que el que escribe lo hace con la
esperanza de que alguien, el que sea, lo vaya a leer. Esto puede decirse hasta
de una carta, o un correo electrónico.
Cuando escribimos tenemos un lector (ideal o no) en mente. Por lo tanto,
tenemos que encontrar las formas de atrapar a ese lector y convencerlo de que
vale la pena continuar la lectura de nuestro proyecto hasta el final. Por otra
parte, también creo que aunque entretener es uno de los propósitos de la literatura,
no es el único. La literatura si ha de
ser duradera, tiene que hacer algo más que entretener y su único fin, no puede
ser, ni debe ser vender. Aun cuando el número de copias en el mercado
pueda indicar lo exitoso que sea un o una escritora, me parece, como decía Gómez
que será su longevidad en el mercado, lo que va a determinar si es o no Literatura,
así con letra mayúscula.
La novela Love Story (1970) me viene a la mente. En su momento vendió millones de copias y su
autor Erich Segal se hizo millonario; hoy no tiene ninguna relevancia y hasta se
le parodia por su vacuidad. En esta categoría podríamos también incluir el
trabajo de Corín Tellado. Cuando era
adolescente me devoraba las novelas de esta prolífica autora de novelas románticas
como toda una generación ahora lee las de la colección Jasmine. Estas novelas del tipo rosa (o fresitas si
prefieren) fueron importantes en un momento de mi vida, como lo fueron los cómics,
las novelas de Agatha Christie, Victoria Holt y Barbara Cartland. Pero llegó un
momento en que perdí interés en este tipo de literatura. Alguna vez, ya adulta intenté
leer una de las novelas de V. Holt y la encontré tan pobre e insípida que tuve
que abandonarla.
Esta
literatura light tiene un propósito claro,
entretener y puede ser el tipo de texto que habría que escribir si se quiere ser millonario.
Ahora si lo mueve a ser autor de novelas otro motivo, este tal vez no sea el género
por el que se incline. Yo no creo que haya que descartar el oficio de ser
escritor porque no se tienen pensamientos profundos como los de Umberto Eco. Las
novelas rosa, las de detectives, las de horror tienen un público que las devora. JK Rowlings, James Patterson, Stephen King, no
serán grandes escritores ni se van a encontrar grandes ideas en sus obras, pero entretienen al lector
que busca escaparse de su realidad en el mundo de la acción, el glamour, o las
ilusiones románticas y eso está bien. Ese público también merece ser atendido. Y hay lectores eclécticos que lo mismo leen una novela rosa que War and Peace.
¿Quién
decide que una novela es buena? ¿Qué va a tener impacto duradero? A veces son
las editoriales; a veces los académicos. Sin embargo, ninguno es infalible. En 1965, un autor colombiano poco conocido escribió
una novela que tuvo un enorme impacto en el mundo. Sin embargo, cuando la llevó
a Seix Barral, la rechazaron porque no le veían potencial de venta. Hoy, cuarenta
y cinco años después y millones de copias vendidas, hay generaciones de
jóvenes como lo fui yo, (la leí a los 17 años) descubriendo Cien Años de Soledad y maravillándose
con su creación de un mundo que revela la soledad existencial, la complejidad
de ser parte de una familia y la locura de estar vivo.
1 comment:
Me llamó la atención este post- que no había leído- porque me hizo acordarme de tu experiencia con los sueños de tu mamá. En ese foro, si hubiese sido ahora, podías haber aportado que la literatura ayuda a entender procesos en la vida. Me sorprende la descripción de López Nieves por su falta de profundidad, mucho más acertado el de Isla Negra.
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