Esta ponencia fue leída al reducido número de colegas que asistió a la reunión convocada el UPRA el miércoles 19 de enero por el grupo que se hace llamar G15. Esta reunión pretendía discutir la situación por la que atraviesa la universidad.
Parece que ya la única opción para la facultad es la sindicalización. Por años me resistí al llamado a la negociación colectiva de la facultad. Pensaba que en la universidad todo se remediaba con el diálogo. Rechazaba el tono adversarial de las uniones con su clara distinción entre el patrono y el obrero, como si la administración universitaria fuera la dueña y nosotros meros peones. Rechazaba la división estricta de tareas. Me enorgullecía pensar que haría casi cualquier tarea que se me asignara—después que no fuera ilegal, físicamente extenuante e imposible, o mas allá de mis talentos, naturales o adquiridos. Ingenuamente creía que yo, que todos, éramos la Universidad. Esta administración universitaria me ha obligado a abrir los ojos, a dejar atrás la inocencia; todas las nociones románticas con las que miraba a la Universidad. La Licenciada Rivera, presidenta de la Junta de Síndicos ha dicho, entre otras cosas, que no tiene que aceptar recomendaciones ni de los estudiantes ni de grupos de profesores porque ninguno tiene poder negociador. O sea, cero dialogo. (Muy a pesar de lo que haya dicho el señor Fortuño en su carta al país sobre la UPR) Según Ygrí, como todos la llaman, nosotros, los profesores nos debemos limitar a enseñar y los estudiantes a estudiar.
A raíz de los mensajes intimidantes que envía la administración, los profesores, como los estudiantes y como el país, han acogido los comentarios de la administración de maneras diversas: algunos se han rebelado (no entran a un campus sitiado por la policía y no rompen huelga), otros no entran al campus por no bregar con la policía o los estudiantes en huelga, pero terminan sus cursos. Los otros, bien sea porque están a contrato y no se atreven a poner en juego sus habichuelas o simplemente porque están de acuerdo con la administración, entran al recinto, imparten clases, y entregarán notas para que para ellos por lo menos, culmine el semestre.
Sin embargo, no debemos despachar a la ligera lo que dice la Presidenta de la Junta de Síndicos de que ni a los profesores ni a los estudiantes nos cobija el derecho a la huelga, ya que no estamos agrupados en un sindicato. A mí me parece—sin cinismos como le gusta al Presidente De la Torre-- que hace un llamado a que nos formemos en un ente con capacidad para la negociación.
Con una unión estaríamos también complaciendo al gobernador que prefiere las universidades al estilo americano—estilos variados debemos señalar porque lo que funciona en Harvard no funciona en Salem State University, o Kent State, o California State University. ( Mientras que la primera es privada, todas las otras, son universidades públicas con uniones que cobijan a sus profesores.)
Al fragmentarse la lucha estudiantil—atrás quedó aquello de once recintos una sola UPR—los profesores que en su mayoría la respaldaban, andan acéfalos. Ni siquiera la APPU ha podido convencer a sus miembros de apoyar plenamente a los estudiantes en huelga. Pareciera que está cada cual por su lado pensando no en ¿qué va ser de los estudiantes si no apoyamos su huelga? Sino ¿qué va a pasar conmigo si la apoyo o no?
Aceptando que no todos tenemos tesón de buen samaritano y muchos somos incapaces de ver las necesidades de otros por encima de las nuestras, cabe entonces preguntarnos ¿qué va a ser de cada uno de nosotros si continuamos sin unionarnos, sin tener un sindicato que nos represente y ayude a dar la pelea cuando las cosas se pongan peor de lo que están. Miremos a nuestro alrededor ¿cuántos colegas ya no están con nosotros porque no se les renovó el contrato ya sea porque las secciones se cerraron aun cuando hay cientos de estudiantes que todavía no han podido completar su matrícula y las secciones sobrepasan, en su mayoría los treinta estudiantes?
En mi departamento éramos en un momento dado catorce miembros con plaza y entre tres y cuatro contratos a tiempo completo, sin contar los que estaban con contrato a tiempo parcial. En los últimos años se han desocupado varias plazas, la mayoría por retiro de los colegas y en los últimos tres años se ha otorgado una sola plaza. En fin, que hoy somos nueve en plaza y (creo) que un solo contrato a tiempo completo, y es un contrato hasta diciembre de modo que no se le puede asegurar a esta colega que estará con nosotros después de esa fecha.
Así eliminando cursos, poniendo programas en pausa, echándole la culpa a las compensaciones y los contratos por la estrechez económica de los últimos años es que nos vamos empequeñeciendo y dejamos de ser lo que alguna vez aspiramos a ser: la Universidad de todos.
Nunca he pertenecido a la APPU ni la APDA, aunque soy de las que más participo enviando mensajes, gracias a que Anneliesse me ha incluído en el "grupo" de correo y me permite opinar, pero creo que llegó el momento de seriamente considerar la creación de un sindicato o unión que nos represente como ente negociador de la facultad.
La situación de la Universidad no es alentadora. No podemos seguir montándonos en el carrito de la Hermandad. Ha sido un viaje muy cómodo.
Llegó la hora de incomodarnos y mirar de frente a quienes nos acechan y buscan sustituirnos o simplemente eliminarnos.