Esta Navidad será la primera sin Clara, mi querida suegra. Y aunque la vida parece continuar sin muchos
tropiezos, los días festivos son caldo para la nostalgia. En estos días se
alimentan los sentimientos, ya sean buenos o malos, y temo que este va a nutrirnos
de muchas emociones y recuerdos. También será la primera Navidad desde que mami sufrió el derrame.
Cuando mami
tuvo su derrame, todos creíamos que sería cuestión de meses y pronto estaría
caminando nuevamente. No sé que le pasó, pero en términos motores ha dado para
atrás. Mientras estuvo en terapias teníamos esperanzas; ella también las tenía,
pero desde que cesaron las terapias—el doctor alega que su condición mental no
la ayuda y las del Home Care apoyan la teoría—nos hemos resignado, después de
un intento poco exitoso de hacer las terapias sin ayuda, a que ya nunca vuelva
a echarse a caminar. Claro que ella todavía dice que puede caminar, y cuenta de
los recorridos suyos por el barrio. Casi siempre de noche y llena de barro
(but that’s another story).
Con todo
viene lo negativo y lo positivo. Los primeros meses fueron de mucho agotamiento
físico pues había que levantarla para bañarla o sacarla a
pasear. Ahora tenemos la famosa grúa que hace el grueso del trabajo, pero me
parece que el aparato también ha contribuido a su flojera. Ya no se motiva a tratar de poner
los pies en el suelo o hacer fuerzas para sujetar el cuerpo. Antes mal que bien hacía
el intento.
Otro
resultado de la falta de terapias es que todo lo que logró avanzar para
alimentarse y comunicarse también se ha perdido. Ahora, rechaza la comida que
no sea molida porque teme ahogarse. A veces me siento culpable porque era más fácil
mantener una cierta rutina cuando estaba 24/7 bajo mi cuidado. Ahora son muchas
las que la cuidan y todas tenemos nuestro librito con en el que decidimos qué
es lo mejor para ella. No importa que lo
anotes o lo comuniques, cada cual hace lo que le parece. Supongo, que todas tratamos de hacer lo mejor
que podemos dentro de nuestras limitaciones y nuestra capacidad para el
sacrificio y la compasión. O sea, que hay ventajas y desventajas con eso de
tener más de un caretaker—si hasta las que no son hijas, toman sus propias
decisiones y una se siente incómoda de
reclamarles porque teme perderlas. De eso no se habla en las páginas de los
caretakers. ¿Qué hacer cuando el cuido se comparte con un montón de mujeres
cabezonas y opinadas? Es fácil para los hombres, quienes, por lo menos en mi
familla, no aportan a su cuidado. Ni emocional, ni física ni
económicamente. Y eso que mami y papi no
son indigentes. Aun así el gasto de todo tipo es grande, pero lo peor es
verlos desmejorados y uno saberse completamente impotente de mejorar o cambiar sus
circunstancias.
¡Y ni
hablar de la falta de interés de los médicos que esa lista es larga e incluye
no ofrecer apoyo alguno más allá de recetar y examinar expedientes!
Esta
Navidad, va a ser definitivamente diferente. Ya no podremos estar todos juntos
sin sacrificar que alguna se sienta afectada. Antes era más o menos posible
conseguir que mami y papi fueran a otra casa a celebrar. Este año, no hay
forma.