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Saturday, September 03, 2016

Traumas, arquitectura y servicios




Los hospitales siempre nos llenan de miedos, tal vez, irracionales, pero claramente explicables.  Las salas de emergencias, por ejemplo, nos remotan a esas películas y series que hemos visto en las que las enfermeras en recepción (siempre mujeres) nos desprecian y nos miran con recelo; sin levantar la cabeza de la computadora o hoja que tienen de frente, nos mandan a sentar y a esperar nuestro turno; los traumas en estos hospitales ficticios van desde heridas de balas hasta los horrorosos accidentes automovilísticos que suelen ser fatales. En estas ocasiones, la sangre, las máquinas que protestan y el caos van de la mano. Cuando llega un caso dramático, los cirujanos se pelean por atender el caso y los demás empleados se involucran por tratar de facilitar los servicios al afectado. En la vida real no hay tanto drama y el personal médico no se desvive por atender a los que llegan con urgencias reales o imaginarias.

La estructura física de los hospitales tampoco ayuda a aliviar nuestros temores. Tienden a ser edificios exageradamente fríos e inhóspitos o aburridos, con una falta de imaginación arquitectónica asombrosa. Algunos hospitales cuentan con algún administrador con gusto por el arte (Susoni) y adornan las paredes con algún éxito, pero otros (Pavia) se limitan a carteles baratos del tipo dirigido a conseguir la máxima productividad de los empleados, y fotografías en lienzo que poco ayudan a crear un ambiente de sanación. Cero jardines ni toques decorativos en las paredes. En Pavia los sofás, cuya utilidad me cuestiono, pero que supongo serán para que se siente uno a esperar el parsimonioso ascensor, son (¡Uy!) grises.

Los pisos de los hospitales ya sean para el enfermo como para el visitante también nos incomodan. Y es que los hospitales con sus luces demasiado brillantes y sus salas de paredes blancas nos perturban. Nos transportan a películas como Coma o los laboratorios secretos de The X/files. Tanta blancura y brillantez producen un efecto alucinante, y mecánico. Un poco así como esas casas en que todo lo decoran en blanco… ¿Qué hay detrás de tanta pantalla por parecer inmaculada?

En mi más reciente visita a un hospital—no era yo la paciente sino visitante y acompañante—otra vez sentí esa desconfianza que me causan las clínicas y lugares de sanación. En la sala de emergencias, cada quien hacía su trabajo pero evitaba mirar a quienes pudieran solicitar ayuda. Cuando algún servicio era requerido con insistencia, acudían pero nos quedábamos esperando que alguien nos mirara con interés, que hubiera una Nurse Jackie que nos preguntara algo…cualquier cosa, aunque fuera ¿cómo estás?

Tampoco les prestan mucha atención a los pacientes.  Es cierto que estoy generalizando.  Hay algunos empleados excepcionales. Y sé que muchas, en su mayoría todavía, son mujeres que se sienten abrumadas por la poca paga y el trabajo poco gratificante…Pero ¿por qué es que un buen número no se molesta en saludar ni en preguntar sobre las limitaciones de los pacientes? No sé cuantas veces tuve que aclarar que mami no oía bien o que estaba encamada.  No, ese brazo, no lo puede usar. No, le cuesta levantar la cabeza. Y ni mencionar el chiquititeo. La trataban como si fuera tarada o una niña. ¿Habrá algún curso de sensibilización requisito para graduarse de enfermería?¿educación continua?

En un estudio que leí sobre el tema, el 49% de las quejas que recibieron los hospitales estaban relacionadas a lo que llamaban problemas de comunicación. Segundo en la lista le seguía “Poor attitude of treating staff” con un 32%, o sea mala actitud del personal.  Claro que este estudio se llevó a cabo en el Reino Unido pero creo que, si se hiciera uno aquí, las quejas serían similares.

¿Y las habitaciones privadas? Equipadas como cualquier hotelito barato: Las ventanas, en la que reservamos para mami, estaban manchadas, como si nunca se limpiaran y ocultaban la claridad. Para colmo de males no dan hacia una arboleda ni un jardín sino para la azotea del edificio contiguo y parte del estacionamiento. La nevera no abría bien, el mueble de baño estaba roto y no había una mesa de noche en donde poner una flor, y las paredes, blancas, desnudas como quien acaba de llegar y no sabe si se quiere quedar.

Alguna vez vi una película cuyo título se me escapa en el que un arquitecto (William Hurt) diseñaba un edificio para el cuidado de ancianos y para hacerlo entrevistaba a posibles clientes para auscultar sus necesidades y sus deseos. Creo, que ya es tiempo de que eso ocurra acá porque de los que he visto/visitado ninguno se acerca al hospital ideal. Otra película protagonizada por Hurt que debería ser obligatoria para todo el que trabaja en una institución hospitalaria: The doctor.

8 comments:

Aleator said...

Lo mismo sucede con la forma en que sirven la comida. Parece sacada de una fábrica o una empacadora. Que desfase tan grande esa sentencia con la que siempre tratamos de animar a los pacientes en el hospital: "Come, te hará bien."

elf said...

Aleator: Supongo que también tienes tus cuentos de horror hospitalarios. A ver si te animas a compartirlos. Gracias, por pasar por aquí.

JAlberdeston said...

Your entry reminded me of our trials with hospitals during Abuela's illness. She was almost never treated with dignity; when the nurses or nurse assistant came in to change her bedclothes, they acted as if they were rolling a loaf of bread and not a person in pain or discomfort. She was simply part and parcel of their busy schedule. Many times I offered to help simply so my grandmother could feel my hands. She was invisible. Your entry woke up my own memories but also my fears about my mother and my own coming old age, when there will be no children to defend and protect or at least speak on my behalf. This problem you signal is pervasive, deeply rooted in not only health services but it seems in most all service related industries. Hospitals bereft of hospitality. The words themselves have lost their credibility, their flavor of truth. Because like you said the nurses, the doctors, etc are caught in their own maelstrom of disgust with the machine. So we've all become appliances, one cog that keeps the larger machine working, mostly. It would take an extreme revision and public force to turn us in another direction, so exhausted we are, especially those visitors like you and yours. How do we do it? How do we make Oz come from behind the curtain? How do we make the faceless change?

elf said...

Yes, Jane, I failed to mention that part of the whole experience. I feel you...I also made a point of helping and being the one to say, "Mom, we're going to change your diaper...Now, turn this way, and don't worry. Now, turn that way. " The poor thing always seemed so lost, so bewildered. Thanks for the comments.

JAlberdeston said...

Here's the title of a lecture online called PATIENT-CENTERED HEALTH SYSTEM given by the American Hospital Association, Roger Larson Memorial Lecture on May 2, 2006. I think.it would be helpful for someone at Pavia and others like Hosp Buen Samaritano in Aguadilla to see. "Patient-centered care is defined by the Institute of Medicine as “care that is respectful of and responsive to individual patient preferences, needs, and values.” Increasingly, patients expect the health care system to respond to their needs and preferences, to provide them with access to their medical information, and to treat them as partners in care decisions. I’d like to congratulate the American Hospital Association on supporting the Institute for Family-Centered Care, which is generating useful tools to achieve patient-centered care, such as a hospital self-assessment inventory on patient- and family-centered care."

Ivonne Acosta Lespier said...

elf: Como siempre, totalmente de acuerdo contigo. Tengo montones de relatos hospitalarios pero mejor ni recordarlos, me deprimen.

Elba Iris Pérez, Ph.D. said...

Esto me recuerda cuando mi padre regresó de un viaje en crucero, enfermo. En el barco ni siquiera tuvieron la gentileza de acomodarlo en lo que yo llegaba a recogerlo. Lo encontré sentado en una acera, casi desmayado, frente al muelle en viejo San Juan. Nos fuimos directos para San Pablo donde lo atendieron muy bien y luego de par de horas me fui a mi casa. Cuando regresé al día siguiente, su cuarto estaba cerrado y la puerta llena de notificaciones. Habían encontrado que tenia un virus contagioso. Me prohibieron entrar a su cuarto y me advirtieron que solo ciertas personas podían entrar a cuidarlo. Abrí la puerta y entré después de mil prohibiciones. Encontré a mi padre delirante, con fiebre, con un pamper asqueroso que parecía no habían limpiado en todo el día. Pedí ayuda. Todas estaban ocupadas. Pedí guantes. No habían. Cuando insistí en que yo limpiaría a mi padre mi miraban como si les había ofendido. No me miraban a los ojos. No contestaban mis preguntas sino hasta que hacia la misma pregunta varias veces. El caso fue que una vez lo limpié y bañé, las enfermeras no volvieron a hacerlo. Las enfermeras tendrán sus razones para "justificar" esas actitudes tan insensibles, pero lamentablemente, le faltan a la dignidad del paciente y de sus familiares. Si uno quiere que su familiar tenga buen trato, termina uno haciéndoles el trabajo. Siempre hay alguna que es buena, eficiente, sensible, pero, en mi experiencia, esas son la excepción. Las historias de atropello a la dignidad del paciente creo son ya parte del imaginario en Puerto Rico. Tu sugerencia de que se ofrezca un curso de sensibilización es excelente.

elf said...

Gracias Ivonne, gracias Elba. Sé que mi caso no es único, por eso lo quise comparitr. No vendría mal crear una página para que la gente se deshaogue y cuente sus (des)aventuras hospitalarias.