http://www.80grados.net/lo-prometido-es-deuda/
Recomiendo la columna de Anayra Santori que aparece en 80grados sobre las formas de explotación que utilizan para mantenernos subyugados:
"Tenía razón Wolfe, la invasión es una estructura. Tras 118 años ha
probado ser la más plástica de todas las estructuras del país. Los que #sequitan escapan esta nueva forma de explotación. Los que #nonosquitamos la
seguimos sosteniendo, haciendo cada vez más malabares. Puesto que han
variado las formas de la explotación debemos reconsiderar nuestros modos
habituales de cimarronaje. Los que no estamos contemplando la opción de
irnos en avión a alguna Indiera podemos ensayar nuevas formas de
desafección al nuevo-viejo régimen. Podemos declarar días de embargo al
capital. Decidir qué días del mes nadie compra ni siquiera un chicle. Y
si el capital financiero ha reinventado el tributo, podemos reinventar
nosotros el trueque y la producción compartida. Podemos también honrar a
uno de nuestros más grandes desterrados imitando su ficción, ya de por
sí tan anclada en la realidad. En tributo a José Luis González podemos
empezar a apagar las luces al unísono y salir un rato largo a contemplar
las estrellas. Cuando menos avistaremos nuevas constelaciones y en el
intento seguramente ensayaríamos modos más humanos de estar a oscuras."
Wednesday, August 31, 2016
Tuesday, August 23, 2016
Baile, botella y baraja
Hoy
mientras regresaba a mi casa pasé por unas parcelas y vi a un hombre de tal vez
unos cincuenta años, tal vez menos sentado en la acera con las piernas
estiradas y el torso recostado sobre la verja de cemento de una casa. Se veía desalineado, deshidratado. Lo miré al pasar y me miró fijamente. Su piel
estaba curtida por el sol y parecía en una actitud derrotista. Recordé las palabras de Thoreau: “The mass of men live lives of quiet
desperation.” Y pensé en la vida tan desgraciada de algunos…y como viven
sin sueños ni ambiciones y si los tuvieron quedaron ahogados por las penurias,
las privaciones…
En el camino también me topé con dos nuevos mendigos en los semáforos
de la número 2. Mi hijo los llama “el peaje de las luces.” Estos nuevos menesterosos
que se adueñan del área, ocupan espacios que hasta el momento, eran libres de tributos.
Y pienso en aquella ley que pasaron o dejaron de pasar—nunca supe—sobre los que
pedían o vendían cosas en las luces. ¿En qué quedaría eso?
Más tarde en el día me siento con el colega a ver las
noticias y allá está el tumulto que formaron los que salieron a recibir a Mónica
y demás atletas. Y no puedo menos que pensar en aquello de “baile, botella y
baraja.” Sí. En tiempos del imperio español se entretenía al pueblo pobre y privado
de derechos, con el baile, la botella y la baraja. Qué poco hemos
avanzado. Todavía se distrae a las masas de sus problemas con las fiestas, las
lotos prometedoras y los homenajes a cualquiera que nos ilusione con una
pasajera grandeza-- y para nada menosprecio el logro de Mónica, pero eso de prácticamente
paralizar al país me parece ridículo. Mientras tanto, a nadie
le importa que los niños del Hospital San Jorge no puedan ver a Mónica. ¿Quién
organizó este desmadre? ¿A quién se le ocurrió que llevar a los nenes allí era
una buena idea? ¿Es que no vive en la isla? Al rato las noticias nos "deleitan" con la “fiesta de pueblo” en el Choliseo.
¿Con qué dinero se pagan estos excesos? Good grief!
Monday, August 22, 2016
Series 2016
Hace días
que quiero escribir sobre las series que estoy viendo y que recomiendo. Iba a
hablar solo de tres: The A Word
(Sundance), Braindead (CBS) y The Night of (HBO), pero ahora tengo que
añadir otra, Stranger Things
(Netflix).
The A Word me recuerda un poco el mundo de Rectify. Ambientada en la ruralía
inglesa, es una serie de gente común enfrentada a problemas más o menos
comunes. Lo que sobresale de su vida es
que la pareja protagónica tiene un hijo autista. Joe, el niño alrededor del
cual gira la trama tiene cinco años y es fan de la música pop. (Hay mucha música
en esta serie). Joe suele salir a caminar por las mañanas con sus audífonos
puestos, solo y en lo que al espectador le parece una situación extraña y
peligrosa pero que los padres y los que conocen al niño toman de lo más
normal. A pesar de que los padres y la
familia han notado que Joe es diferente, no es hasta que entra a la escuela que
se dan cuenta o por lo menos tienen que enfrentar y asumir su diferencia. Y de
esto se trata la serie: cómo asumir la situación sin dañar al niño, la pareja o
la familia.
Braindead es una serie hecha para estos tiempos de
Trump. Es una comedia/drama cuya trama se desarrolla en Washington, D.C.
Y si el título les sirve de algo, pueden adivinar que los que pululan por la capital
americana están, casi todos, braindead.
En este caso es debido a una invasión extra-terrestre de unas hormigas que
entran por los oídos y se comen el cerebro de sus victimas. Laurel, la
protagonista y sus dos amigos (Rochelle, una científica y Gustav, un nerd que
cree en las teorías de conspiración y es el que descubre las hormigas) tienen
que tratar de detener la plaga de hormigas y protegerse también. Lo gracioso es
ver a los políticos afectados por la falta de cerebro embrollarse en debates
sin sentido mientras los pocos razonables se quedan perplejos. Por ejemplo, un
día tratan de pasar un proyecto de ley sencillo, cambiar el nombre de un quiosco
de café. El líder republicano, el maravilloso actor Tony Shaloub (antes Monk) comenta que el nombre suena árabe
y que el no ve como se le puede poner ese nombre al quiosco porque la gente va
a creer que ellos están a favor de “the Sharia Law.” El prefiere que se le ponga el nombre de
Ronald Reagan. La líder demócrata propone se le ponga el nombre de Emma Goldman
y así se deshace en farsa lo que prometía ser un proyecto de fácil aprobación.
Muy creíble, me parece.
The Night of trata
de un joven paquistaní que con tal de llegar a una fiesta toma sin permiso el
taxi que su papá comparte con otros dos socios y termina con una chica peligrosa
en su auto. Ya pueden imaginar que las cosas no le van a ir bien. Y termina esa noche arrestado. Un abogado
(John Turturro) dedicado a casos menores, ve al joven y sin saber cual es su crimen
le ofrece sus servicios. Esa noche se transforma la vida del joven universitario, su familia y también la vida del
defensor que hasta ese momento ha sido el hazmerreír de la corte...
Finalmente,
Stranger Things. Me la habían
recomendado, pero fue esta reseña la que me motivó a verla. Es la única serie
que me ha obligado al binge-watching.
Pensé que vería un capitulo y si me gustaba la iría viendo poco a poco como
acostumbro, pero no se puede. Cada
capitulo te compele a ver el próximo. No
la he terminado pero creo que en la próxima senta’, ahí queda. Como bien decía
el escritor cuyo enlace incluí arriba, es un tributo a la televisión y al cine
de otra época. Los nenes en la película son una mezcla de los nenes de The Goonies, y los de Stand by me. Tenemos hasta el chico glotón (comic relief) de
los Goonies. La escena en la que los nenes visten a la nena, es alusiva a la
escena en la que los nenes disfrazan a ET.
Y la música introductoria, una obvia alusión, de la música de los X-Files. Lo que
todavía no entiendo es ¿cómo es que contratan
a Mathew Modine y apenas lo dejan actuar ni hablar? Será que su momento aun
no llega…Ya veremos. Four down, Four to
go.
PD. Terminé Stranger Things. Aunque pierde algo el ritmo en la segunda parte, y se vuelve hasta un poco predecible sigue siendo una serie interesante y muy habilmente ambientada en la época antes del celular....(AC?)
PD. Terminé Stranger Things. Aunque pierde algo el ritmo en la segunda parte, y se vuelve hasta un poco predecible sigue siendo una serie interesante y muy habilmente ambientada en la época antes del celular....(AC?)
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Monday, August 08, 2016
Recorrido por la isla 2016
El año pasado descubrimos parajes desconocidos
en la isla con amigos; este año con mi sobrina y su familia. Comenzamos el recorrido en Camuy de donde salimos a las 9 a.m. Llegamos cerca de las 10 a.m. a Aguadilla para desayunar en Panadería
la Campana (carr #2). La Campana es un lugar muy acogedor y
bueno para sándwiches (hacen un media noche espectacular), y café pero el
revoltillo que pedí no me encantó. De allí partimos para Cabo Rojo a ver el Faro. Uno
de los más hermosos, nos cuentan. Camino al Faro nos topamos con varios
oficiales de Recursos Naturales. Nos
informaron que el estacionamiento estaba lleno y teníamos que estacionar al
lado de la carretera, una que da al manglar y cerca de las minas de sal. (Ni
sabía que había minas de sal en la isla). Dimos marcha atrás. Era demasiado
lejos para caminar y el sol estaba candente. Tomamos fotos de las minas; son espectaculares. Las fotos no le hacen justicia. Luego, seguimos por
la ruta panorámica (Gracias a google maps) hacia Guánica. Fuimos hasta el malecón a ver la piedra que conmemora la
llegada de los americanos a la isla. Supuestamente
había una tarja explicativa, pero o se la robaron o alguien decidió protegerla
de los curiosos como nosotros. De allí partimos para La Finca de Girasoles. Para
entonces ya eran cerca de las 1:30 y la Finca cerraba a las 3pm. Llegamos,
pagamos 2$ por estacionarnos y comenzamos a caminar la Finca. Los girasoles no
estaban todos florecidos pero había suficientes para retratar. *Tengo entendido que los mejores meses son entre febrero y abril. Como llegamos un poco tarde, ya quedaban
pocas de donde escoger. Venden las
flores a 2 por $5. También venden otras cosas. Ese día tenían: limones, semillas y guingambó. Un lugar interesante,
si vas de pasada pero no como meta final.
Cuando salimos de Guánica ya teníamos mucha hambre así que dimos la vuelta a la plaza, nada allí memorable y seguimos en busca de
un restaurante del que habíamos leído en el periódico, El Qlantro. Eso quedaba en Yauco. Después de dar vueltas buscándolo, le
preguntamos a un vecino del área que pudo decirnos donde quedaba. No es fácil
de localizar (ni siquiera google maps lo encontraba), si no conoces el área.
Era un local pequeño y oscuro. Las mesas tenían manteles negros (yikes) con
cristal encima. Nos invitaron a pasar y nos sentaron en una mesa que hubo que
limpiar en el momento a pesar de que había solo dos personas más en el local. Nunca
nos preguntaron si queríamos tomar algo, lo que nos vino bien ya que el menú
era carísimo. Así que nos levantamos y ante el hambre, recurrimos a la siempre
confiable pizza. Comimos en Gordy’s
Pizza (Pizza grande de pepperoni) por menos de $14 y éramos 5. El colega
fue a comprar la imprescindible Coke Zero en una panadería de la esquina y
allí, ya satisfechos, nos dirigimos a la plaza.
Tomamos café en el quiosco de la plaza--acompañado de abejas--nos
tomamos fotos y seguimos para Ponce donde pasaríamos la noche en el Hotel
Meliá.
El Hotel Meliá está en el corazón
del pueblo de Ponce, el personal es
amable, y la piscina muy agradable si no hay mucha gente-- como fue nuestro
caso. Sin embargo, los cuartos son pequeños y la reservación no incluye
desayuno por lo que lo considero un poco caro. Lo bueno es que en Ponce hay
donde comer y beber. Aprovechamos para ir al restaurante de Wilda Rodríguez, Las Tías. Este es un
lugar agradable cuyas paredes están decoradas con varios dibujos de Martorell
(en el salón principal). Allí tomamos unas ricas sangrías. Sí; hay que tomar
más de una:Tomamos fotos y luego nos fuimos a caminar por la plaza. Ya entrada
la tarde, como a las 7 p.m. nos fuimos a refrescar a la piscina. Por la noche
pinchos en la plaza y a observar a los cazadores de Pokemones.
Al otro día nos levantamos
temprano y desayunamos en un fast food. Queríamos montarnos en el trolley pero
a pesar de que había letreros anunciándolos, un guardia nos informó que los
tours en trolley habían sido cancelados hasta nuevo aviso “Y como están las
cosas…” Nos dijo, matando cualquier ilusión futura. Supongo que Ponce no es San
Juan. Carmen Yulín dice que la crisis
del gobierno central no le ha afectado a su municipio y que ella tiene un
superávit…jmm…
Arrancamos para Patillas. De camino nos paramos en Guayama para usar
los sanitarios y en busca de un buen café, los de los fast foods, no satisfacen
el paladar. Ya eran cerca de las 11. Vimos un restaurante en un shopping que se
llamaba Jimmy’s Bistro Bar Café y entramos.
“No hemos abierto” nos dijo la chica de la barra. “Abrimos a las 11”.
Miramos el reloj, pero ella insistió que el negocio estaba cerrado (no todo el mundo tiene espirítu empresarial) así que
salimos; terminamos en el shopping tomando café en un quiosco con una chica muy
amable y todo por menos de $5. Llegamos a la plaza de Patillas; había un grupo
jugando dominós; todos muy envueltos en lo suyo. Pasamos a visitar la iglesia
recién reconstruida, católica por supuesto. El sacristán estaba muy orgulloso
del trabajo que se había logrado en la iglesia y en verdad que estaba muy bien
logrado. Tenía unos mosaicos que pretendían imitar a los antiguos y un trabajo
en madera muy atractivo.
De Patillas nos dirigimos a Arroyo. Nuestros acompañantes querían
ir al Malecón que había sido inaugurado en el 2015. Aunque atractivo, no había
movimiento alguno; tal vez por el sol. Y este pueblo necesita movimiento. El casco
del pueblo estaba muerto. No había gente caminando sus calles y varios
edificios en frente a la plaza estaban abandonados.
De allí pensábamos volver para Guayama cuando el colega se dio cuenta
de que no tenía sus preciadas gafas. Reviramos,
después de analizar donde podían haberse quedado y estudiado las fotos que nos habíamos
tomado para dar con ellas. ¡Voila!
Aparecieron en el malecón. Suerte que por allí caminaba tan poca gente... Partimos
entonces para Guayama.
Anhelaba hacía años visitar este
pueblo, el del caballo Dulces Sueños y el de los brujos, pero ni caballo ni
brujos. Eso queda en el pasado. Lo
primero que hicimos fue hacer fila en La
Casa de los Pastelillos, una casa rustica con vista al mar. Allí hicimos
una fila de aproximadamente media hora y esperamos casi una hora adicional para
que nos entregaran la orden. O sea, no
es buena idea si se tiene hambre y nosotros la teníamos. Por otra parte, los
pastelillos y las alcapurrias eran deliciosos. Nos dirigimos al pueblo. Allí
visitamos el Museo Casa Cautiño, residencia hermosa del siglo XIX
que han tratado de preservar con los muebles hechos específicamente para
los dueños originales. Y luego nos sentamos en la plaza a comer helados. Ya
para entonces era hora de regresar. Lo
hicimos por la carretera 10 que es un desastre con tantos boquetes. Un peligro
realmente. Nos asustamos un poco con la idea de quedarnos sin gasolina por allí,
(hicimos el recorrido sin tener que detenernos en ninguna gasolinera ¡YEAH!!) pero
el GPS nos tranquilizó informándonos que había una gasolinera cerca, en Utuado.
Así, cansados pero complacidos llegamos de regreso a Camuy cerca de las 7pm.
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