Siempre me preocupa cuando voy a una casa y
no veo libros, ni revistas. Me pregunto
¿qué hacen los residentes de este santo aposento sin un libro? ¿Cómo pueden
vivir sin un libro que los acompañe o guíe? Además de ver televisión, ¿cómo se
entretienen? Además de chequear sus páginas de Facebook, ¿cómo aprenden? A
veces esto sucede hasta en casas de gente educada, gente más o menos
culta. Uno entra y lo primero que nota
es que no hay libros. Todo está limpio,
recogido y libre de libros. No sé si los demás lo notarán igual que yo pero son
muchas las veces que le digo al colega, “Notaste que no tenían libros por
ninguna parte.” Supongo que tal vez
tienen una oficina escondida donde guardan los libros, pero no están ahí para
fomentar el diálogo, proponer un tema de conversación o simplemente retar al
invitado.
Algunos de mis amigas/os han ido eliminando
los libros por cuestión de espacio. Sin
embargo, cuando voy por sus casas, todavía puedo ver algún libro que leyeron y del que no pudieron deshacerse, o aquel que tiene un significado especial, los firmados por los autores y todas esas excusas que usamos para no descartarlos del todo. Hay quienes alegan que ya no compran libros
y todo lo leen en formato digital, pero no han descartado todos sus libros, ni
siquiera la mayoría. Hay quienes compran solo los que van a usar por cuestiones
de su trabajo y todos los demás---los descartables (alegan)-- los leen como e-books.
Pero, el que me alarma es aquel que es capaz de pasar por una librería y no sentir el halón que da un libro sentado en su vitrina esperándote y tu intentas ignorar, al que un libro no le habla, no lo conmueve, no le dice nada. Yo que he vivido siempre rodeada de libros, no puedo
dejar de notar su ausencia. Toda casa necesita un libro, aunque sea una vieja
Biblia como esas que les vendieron a muchos de nuestros padres por una suma
extraordinaria en los setenta y que los pobres terminaron pagando a plazos a
pesar de mil penurias.
El colega y yo andamos un poco preocupados
por el futuro de nuestra biblioteca. Después de haber acumulado libros como quien acumula un tesoro, hemos empezado a jugar con la idea de ir
regalando algunos que todavía puedan serles de alguna utilidad a los que
estudian en nuestro campo. Ninguno de nuestros hijos compra libros ya. Ninguno llega a pasearse por la biblioteca y
ver que se puede llevar. Ni siquiera
leen. El único lector ahora lee solo en formato digital. No sé que hicimos mal…
¿Mea culpa?
Tenemos alguna esperanza en los nietos que
todavía podemos tratar de enamorar mostrándoles libros o leyéndoles como
hacíamos con tanta ilusión a sus padres…
Y es que el libro impreso es tan
atractivo. Cuando yo era niña mi papá
nos llevaba a la biblioteca a buscar libros casi todos los sábados—cuando no
era la biblioteca era al confesionario así que se imaginan cual era más
interesante---y era como ir a una tienda de dulces. Volver con dos o tres
libros bajo el brazo era de una alegría incalculable. Mis hermanas y yo
repasábamos los libros una y otra vez hasta que llegaba el sábado en el que
pudiéramos ir a intercambiarlos. ¿Sería porque no había otras fuentes más
atractivas de distracción? No lo sé. Aun hoy no puedo pasar por una librería
sin entrar. En un viaje reciente a EEUU,
tuve que protestar. Llevaba cinco días
en el país y no había entrado a una librería. Le dije a mi anfitriona con
firmeza, “Hoy quiero ir a una librería.” Ir adonde hay libros y no entrar, me parece un
sacrilegio mayor. Aunque sea a una
biblioteca….porque me encanta el olor de
los libros nuevos y usados. Me gusta leer los resúmenes y sentir el peso de un
libro en mis manos. Descubrir una nueva escritora, un título cautivador, o un
clásico olvidado. No hay satisfacción mayor que saber que tengo un libro que
disfruté escondido por algún anaquel de mi biblioteca. Por eso casi nunca tomo libros
prestados. Me gusta poseerlos.
Claro que uno no puede creer todo lo que
lee, pero los estudiosos nos aseguran que el número de libros en el hogar
familiar, influye sobre el rendimiento académico. (Por lo menos, nos gusta creer que el éxito académico/laboral de nuestros hijos está ligado a esto)...Según un estudio reciente “Scholarly Culture
and Academic Performance in 42 Nations” de Evans, Kelley, y Joanna Sikora el
tamaño de la biblioteca familiar, o sea cuantos libros hay en la casa influyen
enormemente en el provecho académico. (Este es un estudio interesante porque no
se circunscribe a un país sino que se usaron datos de 42 países.) Claro que
otras cosas también influyen como el nivel educativo de los padres, la cuestión
social, la escuela, etc. Sin embargo, según este estudio simplemente poner un
libro en la mano de un niño, o niña ya eleva sus oportunidades en la vida.
El artículo
lo resume de esta manera: “In sum, we find that books in the home have a
positive “payoff” in improved test scores throughout the world. Regardless of
how many books the family already has, each addition to the home library helps
children do better on a reading test that is carefully designed, comprehensive,
structured to minimize class and ethnic biases, and anonymously graded.” Continúan diciendo que el impacto sobre un niño
pobre es mayor que sobre un niño de clase social media o acomodada, por razones
obvias, me parece.
Así que volviendo a lo de
las casas sin libros, ¿alguien me quiere explicar de qué se trata eso? ¿Cuál es la ventaja? Por
supuesto que no espero que en todas las casas haya libros regados por todas
partes —aunque me encanta encontrarme en una casa donde me pueda sentar a
simplemente hojear libros (Gracias, Elba)–pero que no haya o que los escondan como objetos de
mal gusto…eso sí no lo entiendo.