Cualquier
arreglo que uno le hace a una casa es estresante. Que si quieres pintar,
que si remodelar, que si lo que sea. En los programas de televisión como Kitchen crashers, o Love it or list it, o cualquiera de los múltiples programas de
HGTV, los trabajadores llegan en equipo, trabajan en la obra con alegría y
ahínco y en tres días tu casa está que parece de revista. Acá en Puerto Rico,
es un suplicio. Para empezar, el bendito
cemento, que nos protege de los huracanes, lo hace todo más difícil. Tumbar una pared aquí es anatema ya que
implica polvo por todos lados, días sino semanas de trabajo y además el riesgo
de que se rompan o dañen otras partes de la casa.
Lo peor de
todo, sin embargo, es el poco interés que tienen los contratados en que tu
proyecto se lleve a cabo sin muchos traspiés y a tiempo.
Por eso de
no dejar a nadie sin empleo y apoyar la industria local, me dispuse a renovar
mi cocina usando talento del patio y comercios locales. Al principio quería hacer cambios
estructurales por lo que contraté a un arquitecto. Teníamos contrato y todo parecía que iba a
ser muy profesional. Pero noooo…pasaron meses y yo no veía que el proyecto
adelantaba. Después de haberle pagado por parte del trabajo, le pregunté cual
era su disponibilidad para el trabajo y me contestó que había empezado otro
proyecto y no podría empezar con el mío hasta pasado varios meses. Para no entrar en el detalle, digamos que
simplemente rescindimos del contrato.
Dispuesta a
irme con algo más modesto, que no incluyera cambios grandes, me voy con una
compañía local—que intenta competir con Home
Depot. Me hacen un plano y estoy
contenta. El contratista parece serio,
es simpático, es de acá y nos asegura que cuando comience el proyecto, se
montará en dos días ya que el trabajo de ebanistería se lleva a cabo en el
taller, bla, bla , bla…Digamos que llevo tres semanas sin cocina. Al colega y a mí que nos parecía, al principio, de lo más
simpático eso de comer afuera todos los días y para todas las comidas, ya nos
hartamos. Echamos de menos nuestra
cocina. Echamos de menos nuestra
sala—invadida por el reguerete de trastos, ollas y objetos diversos en espera de
volver a su lugar en la nueva y remodelada cocina. Pero más que nada echamos de
menos la tranquilidad de no tener que estar pendientes de otra persona, de esperar
por que otra persona nos cumpla, y cansados de rabiar porque no terminan el
trabajo.
La primera
semana se removieron los gabinetes viejos, se hizo trabajo de plomería y de
electricidad. La segunda semana el equipo (2 personas) que va a montar llega y
monta parte del mueble un día. Tres días
después todavía no llega la otra parte. Me llaman para venir el sábado. Yo tengo compromisos, le digo que lunes.
Michael me asegura que vienen a montar el lunes tempranito. Dejamos la agenda abierta para estar en casa ese
día. Son las 9:30 y no llegan. Llamo y
me aseguran que vienen de camino. Llegan las 10 AM, las 11. Llegan a las 12. Pronto descubrimos que no,
el trabajo no estará para hoy. Tal vez
mañana. Y así se acumulan los días.
Parte del
problema es que los trabajadores locales son demasiado informales. No tienen un
protocolo de cómo se trabaja, ni cuando.
Otro es que carecen de “staff”, recursos y equipo. El pobre Michael, hace los gabinetes solo, en su
casa. Contrata al suegro para que lo
ayude y viaja en una guagua que no le permite traer todo de un sopetón sino que
tiene que dividir cada viaje para acomodar los cachivaches de a poquito. (Michael
es contratado por el ebanista que contrató la compañía para hacernos los
gabinetes—noten la jerarquías involucradas.) Mientras tanto, yo, la cliente, me
parece estar en el Puerto Rico de hace 50 décadas y no en la época de la
entrega inmediata y profesional. Yo trato de mantener la calma y ser paciente,
comprensiva incluso. Pienso en los problemas que tienen los trabajadores en
cumplirnos. Pienso en que es posible que ni Michael, ni su suegro ni el que a su vez los sub-contrató
paguen ni contribuciones al erario ni beneficios a sus empleados. Pienso en la
crisis financiera y en todo lo que agobia a la clase obrera y a la clase media…Pienso en la chica de Kitchen crashers y le echo la culpa. Ella me ha dañado la vida. Por su culpa estoy en este revolú. Ella fue quien me hizo creer que en el siglo 21, instalar una cocina nueva seria divertido y fácil.
Y entonces
empiezo a preguntarme sino habría sido mejor haber ido de una vez por todas a Home Depot. Allí me asegura mi primo que
les montaron todo en una semana. Allí los empleados sonríen cuando llegas y te
preguntan cómo estás. Pero, no sabes tú
que Home Depot también subcontrata su
trabajo a los Michael de la
vida. (Y me digo, Something's not right here!) Lo único es que uno no se entera
y todo da la impresión de ser más eficiente, más rápido, más completo… o sea,
más del siglo 21 aunque para Michael y su gente todavía se viva en el 1950.
3 comments:
Ay Melvin:
Tu que has vivido el proceso con nosotros entiendes mi frustración. Gracias...
Lei lo que escribiste y por poco me da un ataque de ansiedad! Yo hubiese contratado a "Home Depot", pero yo no vivo en Puerto Rico. Ahora, la pregunta es, tenias cocina para cocinar la comida de Acción de Gracias?
Hola Omi:
Tanto tiempo!! YOu don't get it, I am avoiding multinational corporations! Sponsoring local merchants...to my chagrin! Thanksgiving is always at Mom's. Hugs,
Post a Comment