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Saturday, September 29, 2012

Educación, Universidad y Reforma universitaria




A medida que se acercan las elecciones, nos inquieta no saber quién será electo y qué nos depara el futuro.  A los universitarios en particular nos preocupa la Universidad. Quo vadis, nos preguntamos cuando leemos los periódicos, cuando nos enteramos de este o el otro desmadre, cuando nos reunimos con otros colegas, cuando vamos en el automóvil, cuando soñamos. Desde el semestre pasado, la asociación de profesores (APDA) jugaba con la idea de hablar sobre el asunto de la universidad.  En mayo del semestre pasado se organizó la primera conferencia para hablar de la Universidad.  En ella participaron los profesores José J Rodríguez, Luis González, José Jiménez y Sandra Barrera ante un público concurrido en la llamada Plaza de los fundadores de la UPR Arecibo.

El jueves 27 de septiembre se ofreció un segundo foro titulado: Educación, Universidad y Reforma Universitaria que contaba con la participación de los profesores Rafael Aragunde, Fernando Picó, César Rey y Karen Entrialgo. En este blog pretendo resumir de forma somera lo que allí se habló. En este foro Luis G, el organizador y actual presidente de APDA (organización auspiciadora) introdujo el tema citando a Derridá. Argüía Luis que si la universidad sin condiciones era una utopia debería por lo menos ser como planteaba el filósofo francés un lugar en el que aun con condiciones pudiera darse la resistencia.  En ese espíritu es que entonces se da la discusión. 

El primer orador lo fue el doctor en filosofía y sacerdote jesuita Fernando Picó. Picó planteaba que aunque todos coincidían en que había grandes problemas con la universidad en estos momentos, cada cual iba a proponer una solución acorde con su filosofía de vida.  Para el administrador sería cómo allegar más fondos, para el empresario cómo hacer la universidad un lugar en el que se adiestren empleados y para el filósofo sería cómo lograr mantener un espacio en el que reine el pensamiento, y en el que se pueda crear e investigar. Afirmaba Picó que ciertamente, la universidad ha ido cambiando así como sus necesidades y las de los estudiantes y profesores. Y que por lo tanto se hacía cada vez más urgente allegar fondos para que la facultad se adiestrara. “El inmovilismo no es una virtud,”decía. Sin embargo, afirmaba que para que esto ocurriera, la universidad debe estimular la producción de conocimiento mediante incentivos, y no mediante la penalización. También abordó la importancia de las bibliotecas en la universidad. Según Picó dentro de 50 años la Universidad se va a lamentar de no haber adquirido los cientos de libros que se publican anualmente en el país, sin contar los publicados internacionalmente.  La universidad, argüía es el repositorio del conocimiento.  No todo se resuelve con adquirir bases de datos electrónicas, y tampoco tienen todas las universidades o universitarios acceso a ellas. Terminó con la idea de que no sólo tenemos que “repensar el papel de las bibliotecas” sino descubrir que es “lo que nos hace universidad y nos mantiene comprometidos.”

Segundo al bate, fue el Dr. Rafael Aragunde, exsecretario de Educación, catedrático de la UPR Cayey y ahora profesor en la Inter Metro. Su ponencia giró alrededor de dos documentos importantes: el proyecto de reforma universitaria propulsado por el actual gobierno-- que parece que estar suspendido en el limbo o por lo menos duerme el sueño de los “injustos”--que lleva por título Cambio de Rumbo y el libro de Mark Taylor Crisis on Campus. Al proyecto de la reforma Aragunde lo despacha como un documento con una filosofía clara enmarcada en la búsqueda de la competividad global/internacional y que ve a los puertorriqueños prácticamente incapaces de llevar a cabo esa búsqueda sin que haya un cambio en la manera de hacer las cosas. Parece sugerir Aragunde, que el Cambio de Rumbo puede estar de alguna forma influido por el libro de Taylor en el que el teólogo acusa a la Universidad de ser un monolito arcaico que no se ha reinventado para ajustarse a los tiempos. En su evaluación de lo mal que andan las cosas, Taylor parece sugerir que las uniones y la permanencia de la facultad puedan estar impidiendo que la Universidad se adapte a las demandas de un mundo globalizado.

El trabajo de la Dra. Karen Entrialgo fue excelente. Entrialgo presentó un trabajo que develaba una genuina preocupación por entender en qué hemos fallado para que el proyecto universitario esté atravesando por una crisis.  Desafortunadamente, los que no estaban al frente apenas pudieron oírlo (mucho menos escucharlo), ni apreciarlo en su totalidad ya que no logró proyectar su voz adecuadamente. Aquí los puntos sobresalientes de su ponencia.

Entrialgo usando como base teórica a Baudrillard y su idea de la simulacra tocó varios puntos importantes y pertinentes al tema de la Universidad y la posibilidad de una reforma.  Comienza la profesora aceptando que aun cuando esta es la era del conocimiento ya que hay mucha información disponible para el disfrute de todos, existe una incapacidad para discernir lo bueno de lo malo, lo pertinente de lo trivial.  Decía la profesora que parecía que nos hubiésemos remontado a mayo del 68 en el culto a la juventud y el desprecio por lo viejo; en la celebración de lo lúdico por encima de lo racional. Aducía que este culto a lo joven, a lo nuevo, a lo divertido “produce una cierta infantilización del mundo al hacer del juego y de la diversión un elemento fundamental de toda experiencia”. Tratamos a los estudiantes como infantes incapaces de producir pensamientos y a los que debemos entretener. La universidad, proponía, deberían entrenar al estudiante para estarse quieto y concentrarse más de los 20 minutos que los que los estudios indican es la norma. Proponía que tal vez los problemas de aprendizaje que parecen ser más frecuentes hoy día no serian simplemente formas evolutivas de la especie humana. Pedía volver a darle significación a los símbolos. En este mundo en el que todo tenía que entretenernos, y en el que la democracia se equiparaba a la igualdad en todo, se preguntaba si al cerrarse las distancias entre, por ejemplo profesor y estudiante, no estaríamos privando a los estudiantes de algo que necesitaban, como el respeto por una figura que sabe más que ellos. Argüía además que en el intento de reinventarse, la universidad no podía seguir ofreciendo lo mismo que puede encontrarse fuera de ella; tiene que ofrecer algo que no puede obtenerse en ninguna otra parte. Por último, apuntaba a la posibilidad de erradicar hasta cierto punto las especializaciones y abrazar la transdisciplinariedad.  Como Picó, Entrialgo también afirmaba que el pensar no puede estar supeditado a ninguna otra actividad universitaria, el estudiar y pensar deberían tener prioridad.  

Finalmente le tocó el turno a César Rey, exsecretario de Educación y profesor en el recinto de Río Piedras. Rey trajo algo diferente al podio: venía cargado de estadísticas. Con cada estadística se veía reflejado el trabajo de alguien que lleva años trabajando por la justicia social.  Alegaba Rey que para que haya un proyecto de reforma universitaria real, tenemos los universitarios que dar al frente.  No podemos, decía, dejar que desde afuera de la universidad nos señalen el camino ni la agenda de trabajo. También señalaba que todo proyecto de reforma tenía que empezar por un intento de entender el país en el que vivimos, un país en el que hay más puntos de drogas que escuelas. O sea, es más lucrativo, aparentemente manejar un punto de droga que esperar cuatro cinco años para completar un grado universitario con la esperanza, ahora más lejana, de conseguir un empleo decente. Para Rey, la universidad no puede abstraerse de su función social. No puede seguir aislada de la realidad que nos rodea. Entender el mundo en el que vivimos es clave para reinventarnos como universidad y sociedad.

En la sección de preguntas, hubo varias preguntas de parte de los estudiantes.  No todas las pude recoger. La primera joven preguntó qué recomendaciones les hacían los panelistas a los futuros maestros.  Rey contestó que a los jóvenes les correspondía “la ilusión de armar un nuevo país”. Aragunde le contestó que tenían que preparase y estudiar, estudiar y estudiar. Ya que le parecía lamentable el “vacío de erudición” que percibíó cuando fue secretario de educación entre los maestros y hasta en la universidad. Se había perdido el culto al intelecto y saber como herramienta de trabajo del maestro. Otra joven preguntó sobre la precaria situación económica de los estudiantes y todos los panelistas reconocieron lo difícil que es estudiar hoy día y escoger entre trabajar o estudiar.


Una cosa en la que todos los panelistas coincidieron es en la necesidad que tiene la Universidad de reinventarse ya sea promoviendo el pensar y la erudición, o promoviendo la justicia social.  Repensar la Universidad entre todos parece ser la consigna. En las palabras de Karen Entrialgo: “Las transformaciones en el ámbito cultural producidas durante las últimas décadas desafían los modos en que se ha definido la misión de la universidad y nos fuerzan a repensarla.”

Ciertamente tenemos que asumir los cambios que nos imponen las nuevas tecnologías, en especial la Internet; cómo lo hagamos, sin embargo, no puede cambiar su esencia: fomentar la tarea de pensar el mundo, crear conocimiento, y divulgarlo como un bien común, al que todos tienen derecho aunque no todos lo aprovechen.

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