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Friday, December 22, 2023

Lecturas 2023

En la siguiente lista tengo dos memorias y una obra de teatro, sólo 17 novelas. No es que lea menos, sio que leo más de otras cosas. Leo artículos o ensayos sobre política, el parkinson, y el covid ya que estoy suscrita a El país, The New York Times, The Guardian, The Nation, The Lever y por supuesto, ENDI. Que conste que empecé varias novelas que no logré terminar. Aquí va mi lista de este año. Como en años anteriores, las mejores las anoto con asteriscos.

 

  1. The Butterfly Effect by Rachel Mans Mckenny. Una joven entomóloga regresa a casa a cuidar de su hermano gemelo. Mientras lucha con su pasado, los traumas suyos y de su gemelo, encuentra consuelo en la extraña relación que sostiene con  su mejor amigo y atendiendo un mariposario que dirige su antiguo amante.
  2. God Help the Child de Toni Morrison. Después de alcanzar el éxito en los negocios, la vida de la  joven protagonista se vuelca patas arriba cuando el novio la deja y su vida o más bien su forma de entenderse se derrumba. En un acontecimiento digno de una novela de fantasía su cuerpo de mujer va transformándose hasta prácticamente retornar al cuerpo de la niña traumada que creyó haber dejado atrás.
  3. Cometierra de Dolores Reyes. Cometierra, como le dicen a la protagonista de esta novela, tiene el don de la clarividencia. Es capaz de “ver”, después de comer de la tierra que la persona desaparecida pisó por última vez ya sea donde se encuentra o donde murió. La primera visión la tiene después de que su madre muere y en su desespero por mantenerla consigo se echa un bocado de tierra a la boca. Después en la escuela ve donde han enterado a la maestra que ha desaparecido. Una maestra cuyo crimen nunca se esclarece y la acompaña durante toda la novela mientras trata de encontrar el paradero de otras personas cuyos familiares suplican y pagan por sus visiones. Por mucho, lo mejor que leí este año. *****
  4. Velorio de Xavier Navarro Aquino. Después del azote del huracán María por la isla un anti héroe llamado Urayoán establece un refugio para los que se han quedado sin hogar, sin familias, o sin recursos. Lo que a primera vista parece un milagro salvador pronto comienza a mostrar sus tenebrosas costuras. Es la primera novela de este escritor y aunque tiene algunos problemas, augura bien para el futuro de este joven escritor. ***
  5. Charlie Hernández and the League of Shadows de Ryan Calejo. De las novelas llamadas YAF. Charlie es un chico inseguro que anda buscando que hacer cuando conoce a una fascinante niña con muchos trucos bajo la manga quien lo ayuda a navegar el mundo de lo sobrenatural.
  6. Aftershocks: a memoir de Nadia Owusu. Son las memorias de una joven que comienza como la cobijada hija de un pulido y refinado diplomático africano y termina como la huérfana y desperdigada por los Estados Unidos. Un trabajo cuidado y hermosamente redactado. ***
  7. El rey y la reina de Ramón J. Sender. La trama se sitúa en una casa aristocrática poco antes del comienzo de la guerra civil española. Cuando llegan los revolucionarios, la duquesa se mantiene escondida en los cuartos superiores de la casa a merced del jardinero que aunque la “protege” al esconderla, también pretende darle una lección por descarada.
  8. Ahora que te vas de Eva Blanch.  La protagonista relaciona los eventos más importantes de su vida con la menstruación o la sangre que emana de su cuerpo  en las diferentes etapas de su desarrollo de niña a mujer.
  9. Revolución de Arturo Pérez Reverte. Ambientada en el México de principios de siglo XX un joven español, experto en explosivos, se une casi por inercia a la revolución de Emiliano Zapata y Pancho Villa.
  10. El silbido del arquero de Irene Vallejo. Recuento de la historia de Eneas y la reina Dido solo que aquí se llama Elisa. Elisa encuentra refugio de la ira de su esposo con su hermana menor. Una noche llega un grupo de náufragos encabezados por Eneas. Ella los recoge y los hace parte de su hogar pero sus súbditos no ven la llegada del troyano con buenos ojos y confabulan de mil maneras para eliminarlo de la competencia por los afectos de su reina. 
  11. El paciente de Juan Gómez Jurado. Un thriller. Un joven neurólogo debe decidir entre la vida del presidente de la nación o la de su hija de seis años.
  12. El invencible verano de Liliana de Cristina Rivera Garza. La autora trata de componer una historia que explique la muerte de su hermana menor asesinada hace 30 años.
  13. Wandering Memory, a memoir de Jan J. Dominique. La hija del director de Radio Haiti, Jean L. Dominique, asesinado en el 2000, trata de narrar lo que le sucedió a su padre, su relación con el difunto y su lucha por recuperar la voz narrativa.
  14. Hamnet de Maggie O’Farrell. La vida de Agnes, una curandera antes rechazada por todos, parece haber encontrado la paz junto a su  marido un dramaturgo que reside en Londres, hasta que en un descuido su hijo Hamnet muere víctima de la peste.
  15. Trust de Hernán Díaz. Esta es una novela peculiar. Una novela que intenta experimentar con el género. Trata de una familia poderosa y la mujer que escribe sus memorias.
  16. La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares. Este es una novelita que el colega usaba en clases y que me prometí leer algún día. Es una novela fantástica que no sé bien como resumir. Supongo que la historia de un hombre que ve su vida pasar sin que sepa el lector que lo que ve ya ha ocurrido.
  17. Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo. Es una obra teatral sobre unas familias que viven con la ilusión de mejorar sus vidas pero que sus circunstancias no les permiten avanzar y la próxima generación parece condenada a repetir los patrones establecidos por sus ancestros.
  18. A Canticle for Leibowitz de Walter M. Miller Jr. Nunca había oído hablar de esta novela hasta que el nieto dijo que un maestro se la había recomendado. Es la única novela de Miller. Trata de una orden religiosa en un mundo post apocalíptico cuya misión primordial es proteger el saber científico hasta que pueda ser usado responsablemente.
  19. Percy Jackson and the Olympians de Rick Riordan. Acabo de leer que esta serie de libros que dio paso a una serie de películas ya es una serie del canal de  Disney. Esta es la primera novela de la serie y trata de un semidios (moderno) que descubre que es uno de los hijos del dios del mar, Poseidón. Junto con otros semidioses y gentes del mágico mundo de la mitología griega cumplen misiones peligrosas para satisfacer los caprichos de los dioses.
  20. Lo que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez. Una colección de doce cuentos de terror. No es el género que más me atrae y estuve a punto de abandonar la colección pero la terminé y no descarto leer algo más de Enríquez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tuesday, August 29, 2023

No hay crisis en salud

    

     Tan reciente como el 21 de agosto de 2023, al preguntársele sobre la inminente quiebra del Hospital San Pablo el gobernador de Puerto Rico, Pedro Pierluisi ha declarado que “hablar de un colapso del sistema (de salud) está totalmente fuera de la realidad”. Yo no sé si eso es cierto o no, ya que solo sé lo que se dice en los medios de comunicación y las redes electrónicas. Con  esto quiero decir que no trabajo en ninguna agencia relacionada con la salud o institución hospitalaria. Tampoco padezco de una de esas condiciones que me obligue a visitarlas con frecuencia. En esta columna me voy a concentrar en narrar una visita reciente y a llegar a conclusiones personales sobre lo que sucede con la salud en Puerto Rico.

    Lo que me mueve a escribir sobre este asunto es un poco un “mea culpa”. Una amiga me escribió diciendo que quería visitar la isla pero temía por los servicios médicos ya que padece una enfermedad crónica y no sabe si sobreviviría en caso de una emergencia. Yo le contesté sin más miramientos que no me preocupaban los servicios de salud aquí. Que yo entendía que los hospitales, a pesar de no ser hoteles de cinco estrellas, eran bastante buenos. Esto lo dije por ignorancia. Por suerte nunca he estado en un hospital por más de unas horas. Sin embargo, una visita reciente me ha hecho cambiar de opinión.

    Hace un par de días fui como una buena pendeja y me sometí a un procedimiento que la misma doctora dijo que no era de emergencia pero que sí debía hacerlo en algún momento.

Yo: ¿Cuánto tiempo toma?

Dra: Como veinte minutos.

Yo: ¿Tengo que estar hospitalizada?

Dra: No, es ambulatorio.

Yo: ¿Es doloroso?

Dra. No. Además vas a estar bajo anestesia.

    Consentí en hacerme la cirugía y acordamos la fecha. Tengo que admitir que estuve recelosa, especialmente por lo de la pandemia del Covid. Hay tanta gente, hasta en los hospitales, que no usa mascarilla que temía contagiarme. También temía que el Parkinson fuera a ser un problema. A pesar de mis reservas, decidí salir de eso de una vez y someterme. El Hospital era el Ashford en San Juan lo que me daba un poco de paz mental. Dos nietos habían nacido allí y lo recordaba positivamente, desde mi condición de visitante, claro. La preadmisión par el procedimiento fue bastante eficiente. Una cosa que me estuvo raro es que casi todo se hiciera a mano. Y cada quiosco cobraba lo suyo aparte, o sea, la anestesia se pagaba en una parte, el internista en otra y el hospital cobraba lo suyo. Después me llegó un mensaje de que mi expediente estaba disponible pero todavía no lo he podido abrir. Trataré otra vez.

    El día de la intervención quirúrgica, nos levantamos el colega y yo tempranito para estar en el hospital en el horario acordado, las 6:30 a.m. Acostumbrado uno a como son las cosas en esta bendita isla, no teníamos la ilusión de que se nos fuera a atender a esa hora exactamente pero, de esperanza vive el pobre.

Y aquí es que empiezo a pensar en mi amiga y sus inquietudes. Se nos recibió e indicó que pasáramos al área de espera para operaciones. La sala era  como de la extensión de un salón de clases (ya saben mis referentes) pero menos ancha, y daba grima. Las sillas en la sala de espera tienen como mil años y con tanto culo que han cogido no les queda guata, así que pueden imaginar lo cómodas que eran. A pesar de que debes llegar con un acompañante, las sillas están agrupadas en grupos de tres en vez de dos o cuatro. Aunque no se veía sucio, había manchas de moho por las losetas y uno que otro papel y juro que vi un cheese strip debajo de la silla que ocupaba a mi diestra el colega.

Encima de eso, el salón estaba tan ocupado que había, en tiempos de pandemia gente de pie y otros afuera en el pasillo. Después de un rato, llamaron a tres personas (una de ellas fui yo) quienes nos ilusionamos con la idea que nos iban a atender pronto, pero para mi sorpresa solo era para que hiciéramos fila en otro pasillo, de pie. Yo me quejé con el colega quien con su usual sarcasmo me tranquilizó asegurando que es que tienen que hacer espacio para los que iban a llegar del turno de las 7 a.m. A medida que esta fila fue creciendo, nos fueron llamando uno a uno para que nos pusiéramos el vestuario de operaciones, la famosa bata y demás indumentaria. Pronto nos dimos cuenta de que cuando hablan de la privacidad de la ley HIPAA, no es tu cuerpo el que merece privacidad sino—supongo, tampoco me consta—que es el récord. No había privacidad. Tenía uno, dependiendo de cuan modosito fuera, que arreglárselas para que los demás no le vieran el fondillo pues había que caminar con la bata agarrada hasta la próxima sala. Allí te acomodaban en una camilla con ruedas y te abandonaban a tu suerte. Bueno, ni tanto. Al rato, quizás media hora después, un enfermero principiante que estaba más nervioso que yo, trató de encontrarme una vena. Y hasta me preguntó que dónde acostumbraban a ponerme el suero. Yo le dije que nunca me habían hospitalizado así que no le podía decir. Dos veces lo vino a ayudar una chica que sí parecía saber lo que había que hacer pero que no le correspondía. En esa sala éramos como ocho pacientes esperando. La camilla en la que me acomodaron estaba defectuosa y no se le sostenía uno de los brazos. Para colmo, era súper incómoda. Cuando ya eran las 9 a.m., yo quería hacer como en las películas: arrancarme el suero y marcharme de allí. Llamé a la enfermera que parecía ser la reina de los pollitos y le hablé de mi preocupación. Ella me escuchó muy atenta pero me dijo que tenía que esperar al doctor, o la doctora en mi caso.

    Poco después se me acercó una joven bajita que me dijo que era la anestesióloga y punto seguido me hizo las mismas preguntas que me habían hecho todos los que me atendieron, que cuál era mi fecha de nacimiento y a qué había venido. Supongo por un letrero que vi en la sala de operaciones que esta insistencia en preguntar la misma información repetidas veces venía de un patrón de equivocaciones. El letrero decía: Asegúrese que tiene el paciente correcto y asegúrese que es el procedimiento correcto. Camino a la sala de operaciones, la enfermera o técnica o doctora, no sé ya que no se presentó, me llevaba como dice el colega, como puerco roba’o. Iba apresurada, feliz y  energética, tanto así que estrelló la camilla contra un carrito de medicamentos y ni siquiera se disculpó. La anestesióloga notó mi malestar, pero se limitó a amenazarme con ponerme anestesia general– como si me importara– porque la pierna se me empezaba a encoger. Era el efecto de estar sin el medicamento del Parkinson.

    Bueno, que lo que quería denunciar es el estado de la estructura y los equipos.

El hospital es un asco. No porque esté sucio necesariamente sino que se parece al país: decaído, maltratado y sin inversión. Tengo que admitir que a pesar de la crisis, este hospital parecía tener una flota saludable de enfermero/as quienes eran, en su mayoría, amables y atentos. A menudo sentía la tentación de preguntarles si les pagaba bien o si les constaba que el hospital pagaba sus obligaciones al Departamento de Hacienda. El HIMA San Pablo se sabe ahora que anunció su inminente quiebra que tenía millones de dólares en deudas con el Departamento de Hacienda. Les retenía el dinero a sus trabajadores pero luego no lo enviaba a su destino.

    …Cuando por fin me dieron de alta, después de pasar cerca de cinco horas en el área de recuperación (No te dan de alta si no orinas y mi esfínter se resistía a cooperar) me montaron en una silla de ruedas que seguro, seguro llegó con el primer cargamento de sillas, allá cuando se fundó el hospital hace 118 años. No solo era vieja, estaba en mal estado (hasta el vinil estaba roto) y el escolta, muy amable y simpático, me llevaba por aquellos pasillos desnivelados como alma que lleva el diablo. Yo me agarré de la silla como pude– ya me veía rodar por el suelo y estar condenada a quedarme un tiempo más en aquel lúgubre lugar. Uf, pensaba yo, no vuelvo a un hospital voluntariamente. Mejor me muero. A mi amiga, EP, le digo: aquí no se puede uno enfermar sin caer en depresión. Como le comentaba al colega, los gringos ven esto y entran en shock. Yo podría apostar a que en ese hospital no han invertido en unas sillas para las áreas comunes en siglos. No me extrañaría si anunciaran crisis también. Y no es que uno espere lujos porque para eso no hay, pero con tanto dinero que hay para la salud, tanto dinero federal que entra en los hospitales privados también, ¿qué les cuesta hacerle las cosas más agradables al cliente?  En este país en el que la salud no está en crisis, no hay excusas. 

 

 

Wednesday, May 17, 2023

Encuentro con la fauna local (Yaboa/Night heron)


Hace ya varios años, creo que al comienzo del encierro por la pandemia del COVID, los vecinos (MI y F) del frente, me hablaron de unos pájaros de la familia de las garzas que cantaban de noche y cuyo canto o graznido endiablaba a otro vecino con problemas mentales. Me contó MI que cuando las garzas empezaban a graznar, el otro vecino salía rabioso con una escopeta a espantarlas. Le molestaba el ruido; no sé si por temor o porque alteraban la tranquilidad de la noche. Para esa época las garzas o yaboas de esta anécdota vivían en un árbol cerca de los vecinos.  Hace varios meses las yaboas se mudaron cerca de mi casa. Empecé a escucharlas por las noches y constaté con los vecinos que eran las yaboas las que emitían un quejido parecido al de los gansos. Mas tarde me informaron, ellos son de dar caminatas por el barrio cuando baja el sol, que las garzas nocturnas tenían un nido y que se podía ver de cerca. También dado mi interés en los pájaros, me enviaron fotos y un día la vecina me llevó, durante el día a ver el nido que habían hecho. Más tarde los vecinos me informaron del nacimiento de la criatura plumífera. Durante todos estos meses yo había escuchando las aparatas pero no había logrado verlas hasta que una noche en que decidí salir a botar la composta me encontré con una en el patio. Yo me detuve cuando la vi para que no se asustara y nos miramos fijamente por unos minutos. Podría decirse que nos calculábamos como cuando un animal se enfrenta a su depredador, o como cuando los vaqueros en las películas del viejo oeste se topan con un forastero peligroso. Para dejar que siguiera feliz su camino, di un paso para atrás y ella levantó el vuelo. Lo hacen con lo que aparenta ser el mínimo esfuerzo y con tanta gracia que de verdad es mágico.

            Otro día estábamos el colega y yo sentados en la terraza, descansando ya que habíamos estado dándole mantenimiento al patio, cuando voló una y aterrizó en la verja. Le dije al colega que no se moviera para que no se fuera pero ella estaba alerta a nuestra presencia y se fue así que no pudimos observarla por mucho rato. Ese día fue triunfante ya que el colega no la había podido ver y aunque la oía a menudo no había podido asociar el sonido y la imagen.

            La semana pasada tuve lo que podría llamarse una experiencia simplemente mágica. Después de un día atareado, en el que hasta me cogió un aguacero (ahora caigo en cuenta que era el primer aguacero de mayo) me eché en la cama como acostumbro a jugar en la ipad. Salí del cuarto cerca de las seis de la tarde ya que iba a sonar la alarma del medicamento que tengo que tomarme a esa hora y oigo lo que parece ser el graznido de las yaboas pero me estuvo raro ya que ellas tienden a salir cuando ya ha bajado el sol. Sin pensarlo mucho me dispuse a aprovechar que había llovido con ganas después de meses de sequía e ir al patio a ocuparme de unos tomates y pimientos que intento cosechar. Me pareció escuchar la yaboa de nuevo y me asomé por la puerta de cristal que da a la terraza y la vi cerca de la escalera de la piscina. Enseguida, fui a buscar el celular. Me complacía saber que era nuevo y por lo tanto podría sacar buenas fotos. Abrí con sigilo la puerta del laundry para no asustarla y con dificultad ya que la pastilla no me había funcionado, me senté en los escalones que dan a la terraza y tomé varias fotos. Supongo que en algún momento hice un ruido que la alarmó ya que salió volando hasta el techo del baño de afuera. Le tomé una foto cuando asomó la cabecita a buscarme. Esta tenía el cuello largo y la cabecita pequeña como las de la garza blanca, pero era de un color gris claro con finas franjas por el plumaje. En aquel momento me percaté de que en la marquesina había otro pájaro y después apareció otro más con la que había volado. Es entonces que me di cuenta que estaban las tres, la familia yabina de la que me había hablado la vecina, disfrutando de la piscina…o eso pensaban hacer hasta que las importuné con mi presencia.

            Me quedé sentada en la escalera para tomarles fotos y vídeos. A la sazón oí al colega que también había salido de su siesta y lo llamé para que viniera donde mí, pero le advertí que lo hiciera calladito para no alarmarlas. “Mira lo que hay encima de la casita,” le dije. “La mamá me tiene el ojo clavado. No me atrevo a moverme mucho ni ir al patio. No quiero que se vayan y tampoco sé cuan amigables sean”. La vecina me dijo en una ocasión que podía acercarme bastante pero la verdad que la que supuse que era la mamá no se veía nada contenta— ¿Cómo saber si está contento un pájaro? Supongo que uno los oye cantar o volar. Finalmente, ellas ganaron y yo que todavía estaba algo tiesa, regresé a la casa. De vez en cuando me asomaba a ver si seguían allí pero no me atreví a salir nuevamente. La verdad es que me asusté un poco.

            Después me puse a buscar información y más me asusté ya que decía que aunque las garzas son de cuerpos frágiles, con el pico pueden llegar a matar una persona. Pensar que una de ellas era una mamá era suficiente motivo para temerles. Las mamás, de todas las especies, pueden ser amenazadoras con cualquier persona o animal que presente un peligro para sus crías. Por otra parte también leí en una publicación esotérica que si llega una garza a tu patio, es porque has sido elegida para traer más calma y elegancia al mundo. Voy a agarrarme a esta forma de mirar el mundo, porque sí. Jaja.

            Hace unos día me levanté temprano y las oí. Me asomé de nuevo sin hacer mucho ruido y aunque aun no aclaraba todavía (eran las 5 a.m.) las vi de nuevo en el patio. Les tomé foto. Al otro día estaban otra vez cerca de la alberca y ahora las veo siempre que me levante antes de las 7 a.m. Ya cuento con ellas para alegrarme la mañana. 

    No estoy segura de las razones por las que las yaboas han decido janguear por mi piscina. Supongo que andan alimentándose de insectos y animales pequeños que visitan el área, pero lo que sé es que me gusta tenerlas de visita sino de compañía y no pienso sacarlas.

Esta foto la tomé el 5/17/23

Éstas dos son del 5/5/23
Esta es la yaboa más joven. 

    Puede encontrar más información sobre las yaboas siguiendo uno de los siguientes enlaces: