Aunque el
tema son los “fake news”, no voy a hablar de Trump sino de una cultura de la
que puede brotar un personaje como el Presidente de EEUU.
Las
noticias falsas se han convertido en un problema en estos tiempos del acceso fácil
e instantáneo a la información. No solo se prestan estas noticias para el
chisme inocuo sino también para la propaganda peligrosa. Pueden ser peligrosas
no solo por su contenido sino porque fomentan una cultura nefasta. En vez de
averiguar antes de hablar o compartir, los “fake news” promueven una reacción
visceral y se apoyan en la ignorancia para lograr su cometido. Descansan en la
certeza de que la mayoría de los que las reciben son demasiado vagos para
comprobar que lo que leen es cierto y lo suficientemente irresponsables para
compartirlo.
En el
periódico de hoy leemos sobre la preocupación que existe en Brasil con la
influencia de las “fake news” ahora que se acercan las elecciones
presidenciales. El gobierno para contrarrestar ha lanzado una campaña de
educación para alertar a los votantes. Recientemente, en India una de estas noticias
fabricadas que circuló por WhatsApp acusaba, aparentemente con nombre y apellido, a varias personas de
participar en una red de secuestro de niños. Esta información, sin corroborar, provocó una serie de
linchamientos en el que murieron unas 30 personas y en la que hubo cientos de heridos. Los
que crearon el mensaje y lo pusieron a circular descansaron en la ignorancia y
facilidad para la manipulación de los recipientes que reaccionaron a la
“noticia.” Los que reaccionaron cayeron en la trampa porque asumieron sin
educarse, sin investigar, que la información que les llegó era cierta y no
dudaron en compartirla y tomar acción.
El WhatsApp , una aplicación muy útil, es el reino de todo tipo de "fake news". A mi cuenta llegan no menos de
cuatro o cinco avisos falsos y consejos cuestionables a diario. Algunos son obviamente engañosos. Solo hay que
considerar lo siguiente: la pobre ortografía, el uso de palabras que no usamos
en Puerto Rico, expresiones idiomáticas que no usamos y su característica más
clara, su tono alarmista. Muchos ni los leo, o les doy una vistazo para ver de
qué tratan y nada más, o para ir a factcheckers a probar su autenticidad. A la mayoría no les hago caso pero particularmente me
cuido de los que supuestamente vienen auspiciados por doctores con nombres poco
comunes o que alegan que los demás médicos son unos charlatanes, o que la
ciencia y los científicos nos quieren engañar. Están también, la mayoría, los que
te instan a compartirlo. Esos, especialmente los que me amenazan o tratan de
manipular con cosas como, “solo una de cada siete personas que lee esto lo
compartirá”, los borro de inmediato.
A veces me
pregunto cómo es que algunos de mis amigos, de mis amigas, de mis familiares,
personas educadas en general, andan por ahí compartiendo tanta sandez. (Y esto
incluye algunos vídeos.) Pienso que debe haber un botón de detente en el WhatsApp
que te obligue a pensarlo dos, o hasta tres veces antes de enviar un mensajes de
esos que son el equivalente de las cadenas que antes se enviaban por correo. Desafortunadamente,
estos mensajes alarmistas ni siquiera incluyen el velloncito con el que se
podía, a pesar de que te pedían que lo usaras solo para enviárselo a otro
incauto so pena de una catástrofe que caería sobre ti, uno lo usaba para ir a
comprar una maltita o un bombón.
A mis
amigos y familiares, les ruego que no me envíen mensajes de alerta, o lo que el
colega llama mensajes de Homeland Security. No todo lo que recibe uno debe
compartirlo. Debemos leer el texto, y si
no es claro su origen, no debemos compartirlo. Si el mensaje tiene errores
ortográficos debe ser escrito por un bot o por una persona poco confiable. Si
tiene frases no comunes en la isla, eso es una farsa que viene sabe dios de
donde y llega hasta nuestros lares. Si es una niña perdida o secuestrada, averigüe
primero. Si es cierto lo va a saber la prensa. Cuando a mi se me ocurre
compartir algo que recibo, frecuentemente añado un aviso de que no sé de donde
provino pero que parece interesante o lo cotejo para comprobar su legitimidad.
Que conste
que las noticias falsas no son nuevas. Antes se podían oír en la fila del
supermercado o mientras esperabas al médico, o leer en la revistas de
reputación cuestionables. Un amigo de la familia era notorio por llegar a la
casa a decir barbaridades como las que hoy se comparten por las redes, pero el
lo hacia con sorna y era obvio para todos que era mentira y causa solo para una
carcajada.
1 comment:
muy bien
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