Los hospitales siempre nos llenan de miedos, tal vez, irracionales,
pero claramente explicables. Las salas
de emergencias, por ejemplo, nos remotan a esas películas y series que hemos
visto en las que las enfermeras en recepción (siempre mujeres) nos desprecian y
nos miran con recelo; sin levantar la cabeza de la computadora o hoja que
tienen de frente, nos mandan a sentar y a esperar nuestro turno; los traumas en
estos hospitales ficticios van desde heridas de balas hasta los horrorosos accidentes
automovilísticos que suelen ser fatales. En estas ocasiones, la sangre, las máquinas
que protestan y el caos van de la mano. Cuando llega un caso dramático, los
cirujanos se pelean por atender el caso y los demás empleados se involucran por tratar
de facilitar los servicios al afectado. En la vida real no hay tanto drama y el
personal médico no se desvive por atender a los que llegan con urgencias reales
o imaginarias.
La estructura física de los hospitales tampoco ayuda a
aliviar nuestros temores. Tienden a ser edificios exageradamente fríos e
inhóspitos o aburridos, con una falta de imaginación arquitectónica asombrosa.
Algunos hospitales cuentan con algún administrador con gusto por el arte
(Susoni) y adornan las paredes con algún éxito, pero otros (Pavia) se limitan a
carteles baratos del tipo dirigido a conseguir la máxima productividad de los
empleados, y fotografías en lienzo que poco ayudan a crear un ambiente de
sanación. Cero jardines ni toques decorativos en las paredes. En Pavia los
sofás, cuya utilidad me cuestiono, pero que supongo serán para que se siente
uno a esperar el parsimonioso ascensor, son (¡Uy!) grises.
Los pisos de los hospitales ya sean para el enfermo como
para el visitante también nos incomodan. Y es que los hospitales con sus luces
demasiado brillantes y sus salas de paredes blancas nos perturban. Nos
transportan a películas como Coma o
los laboratorios secretos de The X/files.
Tanta blancura y brillantez producen un efecto alucinante, y mecánico. Un poco
así como esas casas en que todo lo decoran en blanco… ¿Qué hay detrás de tanta
pantalla por parecer inmaculada?
En mi más reciente visita a un hospital—no era yo la
paciente sino visitante y acompañante—otra vez sentí esa desconfianza que me
causan las clínicas y lugares de sanación. En la sala de emergencias, cada
quien hacía su trabajo pero evitaba mirar a quienes pudieran solicitar ayuda.
Cuando algún servicio era requerido con insistencia, acudían pero nos quedábamos
esperando que alguien nos mirara con interés, que hubiera una Nurse Jackie que
nos preguntara algo…cualquier cosa, aunque fuera ¿cómo estás?
Tampoco les prestan mucha atención a los pacientes. Es cierto que estoy generalizando. Hay algunos empleados excepcionales. Y sé que
muchas, en su mayoría todavía, son mujeres que se sienten abrumadas por la poca
paga y el trabajo poco gratificante…Pero ¿por qué es que un buen número no se
molesta en saludar ni en preguntar sobre las limitaciones de los pacientes? No
sé cuantas veces tuve que aclarar que mami no oía bien o que estaba
encamada. No, ese brazo, no lo puede usar. No, le cuesta levantar la cabeza. Y
ni mencionar el chiquititeo. La trataban como si fuera tarada o una niña. ¿Habrá
algún curso de sensibilización requisito para graduarse de enfermería?¿educación
continua?
En un
estudio que leí sobre el tema, el 49% de las quejas
que recibieron los hospitales estaban relacionadas a lo que llamaban problemas de
comunicación. Segundo en la lista le seguía “Poor attitude of treating staff”
con un 32%, o sea mala actitud del personal.
Claro que este estudio se llevó a cabo en el Reino
Unido pero creo que, si se hiciera uno aquí, las quejas serían similares.
¿Y las habitaciones privadas? Equipadas como cualquier hotelito
barato: Las ventanas, en la que reservamos para mami, estaban manchadas, como si
nunca se limpiaran y ocultaban la claridad. Para colmo de males no dan
hacia una arboleda ni un jardín sino para la azotea del edificio contiguo y
parte del estacionamiento. La nevera no abría bien, el mueble de baño estaba
roto y no había una mesa de noche en donde poner una flor, y las paredes, blancas,
desnudas como quien acaba de llegar y no sabe si se quiere quedar.
Alguna vez vi una película cuyo título se me escapa en el
que un arquitecto (William Hurt) diseñaba un edificio para el cuidado de
ancianos y para hacerlo entrevistaba a posibles clientes para auscultar sus
necesidades y sus deseos. Creo, que ya es tiempo de que eso ocurra acá porque
de los que he visto/visitado ninguno se acerca al hospital ideal. Otra película
protagonizada por Hurt que debería ser obligatoria para todo el que trabaja en
una institución hospitalaria: The doctor.