Las relaciones humanas de este siglo discurren por un laberinto textual inmediato y a toda hora. Se textea por WhatsApp, por Messenger, por G-chat, por Instagram. Las ruinas circulares del siglo XXI.
Hasta los más jóvenes pueden escapar del terror que suponía hacer una llamada. Marcar a la casa parental, exudando vergüenzas, a todas siempre esperando que contestara el sujeto en cuestión y no sus padres. Ese ensayo de las incomodidades perennes que supone la adultez, queda felizmente atajado.
Incluso, en la oficina, el empleado se escuda enviando emails de forma pasivo-agresiva para evitar la confrontación. El correo electrónico es el texto en su versión original. Aun cuando la mayor parte de las veces sea más fácil agarrar el teléfono o andar hasta el cubículo del colega.
Recibir llamadas es un lujo, ahora, creo que entre los más cercanos, llamarse es algo vintage y admisible. Aunque la manada del perímetro tenga que rumiar contenido y atenerse a los rabiosos mind games (las consabidas manipulaciones) que supone textearse.
El resultado es que el mapamundi se redefine a través de la geografía mediática, es decir, que la distancia se mide en silencios, en no contestar un mensaje. En la demora de la espera.
Una vez iniciado el “diálogo”, la duración de cada conversación es una franja inestable, área gris. Cual operadora telefónica de antaño, se sostienen decenas de conversaciones a la vez. Cada una con su frontera de poder delimitada por quién da por concluido el diálogo con una contestación por vía sumaria o un silencio que desinfla esperanzas y confabula con las paranoias existenciales.
Los silencios, que en persona se diluyen con no verbales o armas tomadas, según su razón de ser, en el texteo demarcan jerarquías de poder. El remitente contesta en algún momento, o nunca. El poder de esa decisión deja al destinatario en la desventajosa situación de la espera.
La omnipresencia de esta nueva geografía es cosa de dioses. Sí, te contesto. No, no me apeteces. Sí, pero luego. Es la violencia del contenido a fuerza de silencios y aguante.
3 comments:
Siempre he pensado que los "textings" son una manera fría e impersonal de comunicarse!
No sé. Antes lo evitaba; ahora lo uso para mantenerme en contacto sin tener que necesariamente tener una conversación prolongada. De todas las formas que tenemos, todavía prefiero escribir un email, pero muchos no tienen la paciencia/tiempo para leerlos. Supongo que nos vamos adaptando al cambio...
¡Que bueno que te llamé en estos días! jajajaja! ¡Siempre me ha gustado el vintage! Tremendo comentario, Elsa, Gracias por compartir estas ideas.
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