Hay un video circulando por las redes
sociales—que rehúso incluir aquí—en el que una persona entrevista a varios
candidatos para “el trabajo más difícil del mundo.” La entrevista no especifica
hasta el final en qué consiste el trabajo sino que va preguntándoles a los aspirantes
si son capaces de bregar con las exigencias del trabajo. Así entonces, comienza
a informarles que es un trabajo de muchos sacrificios que incluye cosas como:
siempre estar disponible ya que el asociado (jefe) necesita atención constante,
comer sólo cuando el jefe haya comido, dormir sólo cuando él no necesite de ti,
dejar de vivir para dedicarle todo el tiempo al asociado y hacer todo esto de
buen ánimo (a happy disposition), etc. Cuando por fin se revela que el trabajo
es el de una madre, los entrevistados sonríen y aceptan que en efecto así son
las madres.
No sé si lo han visto y cuál haya sido su
reacción, pero a mí me indigna. Hasta hoy no sabía quienes estaban detrás de esta propaganda, pero hoy me ha llegado en forma de postal de American Greetings. Supongo que la idea era vender postales del Día de las Madres, o sea interes económico. ¿Por qué no me sorprende? Lo peor, sin embargo, es el gran número de
personas que parece aceptar que así son las madres.
Las madres NO somos así. Querer a un hijo no equivale a dejar de vivir,
ni a sacarse la comida de la boca, ni a asegurarse que todas las necesidades
del niño se satisfagan antes que las de la madre. Esas son exigencias demasiado
onerosas para cualquier persona. Además, no ayudan a aliviar la situación de
las mujeres ni mejoran las relaciones entre madres e hijo/as.
Lo triste es que muchas madres creen que
sólo sacrificándolo todo se es buena madre y hacen de tripas corazón para
proveerles a sus retoños hasta lo que no necesitan. Cuántas veces he oído a
madres decirme que le tuvieron que
comprar esto o aquello a sus hijos/as. Esto o aquello siendo cosas más bien
superfluas que a menudo no pueden pagar o tienen que tomar prestado o
endeudarse para conseguirlo. Siempre en mi mente, porque me cuido de no
expresar mi opinión—nadie quiere oír que está haciendo algo mal—les digo “No
TIENES que comprarle un ipad, o un Samsung 4g.
Lo haces porque quieres.” Ahora pienso que lo hacen también porque la
sociedad las presiona a hacerlo: Si no lo hacen quedan retratadas como que
pertenecen al grupo mío, el de las malas madres. Las que no lo sacrifican todo.
Entre los comentarios de
los que vieron el video, me llamó la atención el de algunas personas que
comentaron: “No me puedo identificar con eso.” Otra persona escribió que su
mamá la había abandonado y quien la crió fue su papá. Aunque fueron los menos,
algunos protestaban porque no se mencionaban los sacrificios de los papás.
En fin que es un video
nefasto que idealiza el papel de la madre e ignora la contribución de los
hombres al bienestar de los hijos.
Con esto no quiero subestimar
el rol de las mujeres en la crianza de los hijos. Según unas estadísticas
recientes presentadas en El Nuevo Día,
el 46% de los hogares tiene a una mujer como jefa de familia. Y sabemos que aún
cuando no aparezca en las estadísticas oficiales, la mayoría de las mujeres
asume la crianza y educación de los hijos como su responsabilidad—a veces
llegando al extremo de menospreciar o ningunear el rol del padre. Pero promover
como bueno el sacrificio de una persona no es la forma de mejorar la vida de la
mujer, ni la de los hijos, ni la de la familia. Cuando yo pienso en las cosas
que admiro o le agradezco a mi madre, son cosas pequeñas, como comprarme un juguito Welch y
esconderlo para que mis hermanas no lo vieran—éramos cinco; darme dinero para
que me alegrara después de enterarse que mi novio y yo (a los 17 años) nos
habíamos dejado, comprar revistas y novelas para que las leyéramos, prepararme
algo especial cuando me enfermara. Pero mami no aceptaba sus labores con buena
disposición ni alegría. Ella nos
recordaba a menudo los sacrificios que tenía que hacer, y tristemente, no la
recuerdo como una mujer feliz o cariñosa. Es sólo ahora en su vejez que se
puede dar el lujo de ser cariñosa. Para
lo de ser feliz, parece que ya se le pasó el tiempo.
The New Yorker 1996 |
En fin que en el Día de las
Madres debemos recordar que las madres son seres humanos. No son santas, ni
robots preparados para satisfacer todas nuestras necesidades. Las madres son personas con virtudes y
defectos. Este tipo de video no nos debe
cegar a la realidad de que la sociedad les impone unos estándares altísimos a
las madres pero no les proporciona las formas de lograr estas expectativas (o
sea, que la gran mayoría están destinadas a fracasar—tal vez por eso la
prevalencia de la depresión entre las mujeres de cierta edad). Debemos interrogar vídeos como este que
buscan promover actitudes más bien retrógradas y ficticias y buscar formas
de hacerles la vida más fácil y placentera a esas madres que alegamos admirar y
querer.