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Tuesday, October 26, 2010

I could have written this

But of course, she does it better...

24 Octubre 2010

Mediocridad por Mayra Montero para El Nuevo Día

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¿Por qué a los ciudadanos que pagan puntualmente por la electricidad -facturas que son cada vez más onerosas- se les cargan los costos de subsidios a hoteles y casinos? Sería bueno saber una razón, una sola, por la cual los casinos, que derrochan la electricidad a mansalva con sus bombillas y grandes letreros de jackpot, no pueden pagar por la luz que desperdician.

Ahora nos damos cuenta de que toda esa madeja de cargos por compra de combustible, ajuste de combustible, y demás eufemismos que aparecen en la factura -y que un ser humano normal jamás podría entender- están diseñados para ocultarnos verdades como templos. Y a los templos, precisamente, también les estamos pagando las guirnaldas y los aires acondicionados prendidos el día entero.
¿Por qué los ciudadanos tenemos que pagar $3.5 millones de subsidio de electricidad a las iglesias? Esos son otros que derrochan como poseídos. Gastan toda la electricidad que les parece; algunos viven en apartamentos contiguos a las iglesias, con lo que me imagino que también chupan del subsidio de marras. Otros no, otros prefieren vivir en deslumbrantes mansiones que les auspician los feligreses con sus generosos diezmos. Da igual. ¿Por qué cada uno de nosotros viene obligado a pagar más por la electricidad, mucho más de lo que en puridad consume, sólo porque la Autoridad de Energía Eléctrica debe cobrarle menos a los hoteles, menos a las iglesias y menos a los casinos, tres negocios que reciben billetes a tutiplén? Y si no los reciben, es asunto de ellos, que se las arreglen como puedan. Pero, ¿por qué exprimir al ciudadano medio y hacerle pagar por la luz que botan los demás?

Para eso sí debería organizarse una protesta multitudinaria, para exigir que dejen de esquilmarnos de esa manera absurda. Porque si indignante es que tengamos que pagar la luz de las iglesias y de los casinos, más indignante todavía es el entuerto de los municipios. El director de Energía Eléctrica, Miguel Cordero, admite que se van como $200 millones en una llamada “contribución de impuestos a los municipios”, lo que en la práctica quiere decir que a las alcaldías casi se les regala el cien por ciento del consumo. Entonces derrochan en las oficinas, pero también en canchas y coliseos. Alquilan los coliseos u otras instalaciones, y cobran por eso, pero no pagan por la luz que se consume durante las actividades, miles y miles de dólares que al final terminamos pagando los abonados de siempre, los apaleados que vivimos ahorrando la electricidad.

El único subsidio que debería mantenerse es el de los abonados con equipos que llaman de preservación de vida; hogares donde hay enfermos que necesitan estar conectados a unas máquinas. Pero, ¿por qué hay que pagar $18 millones en subsidios a los abonados de los residenciales públicos y a los que reciben el PAN? ¿Por qué se invierten otros $31 millones para subsidiar a los que consumen menos de 425 kilovatios por hora? Y por último, ¿por qué se otorgan $2 millones en incentivos industriales para que los empresarios paguen menos luz, aunque termine pagándola el trabajador sin subsidio?

El propio Cordero ironizó con el relajo imperante, y dijo que “ya mismo tendremos que otorgar subsidios a todo el mundo”. Pero bien sabe él que no será a todo el mundo, sino a los favorecidos por una Legislatura corrupta, demagoga, plagada de imbéciles.

El caso es que una parte de los ciudadanos que son los que pagan sus facturas tal como llegan, por concepto del consumo propio y del de los demás, seguirá cargando con esa situación insostenible. La mitad del país -o más- vive sobre las espaldas de la otra mitad, por lo menos en términos del consumo eléctrico.

El Gobernador ha dicho que favorece la eliminación de incentivos. Pues que elimine, que elimine. Y es que nadie aspira a nada que no sea lo justo. Por ejemplo, que los casinos paguen por sus lucecitas. Y que las iglesias se paguen lo suyo, como Dios manda. Que no desvíen los diezmos para comprar relojes caros, sufragar viajes, automóviles y holgazanerías variadas. Que reciban las facturas que les corresponden, ni siquiera les pedimos que paguen más de lo que consumen. O sea, nadie pretende que les hagan a ellos lo que nos están haciendo a nosotros. Pero lo mínimo es que paguen por las luces que prenden, el televisor al que viven pegados, la nevera que abren y cierran cien veces al día.

Lo demás es chisme, distracción, pura mediocridad.

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