La recién electa representante por el Movimiento Victoria Ciudadana, Mariana Nogales decidió permanecer sentada cuando se invocaba al dios cristiano en el acto oficial en el que los legisladores juramentaban a sus cargos. Por este atrevimiento ha sido vilipendiada por muchos cristianos ofendidos. Lo interesante es que ella no lo hizo para llamar la atención, simplemente no quiso participar de la invocación. Yo he estado en su lugar y entiendo su posición. Como comentara en una columna anterior, una vez en la Universidad, durante una reunión del claustro, el rector se le ocurrió comenzar con una invocación. Era algo novel. No recuerdo que otro rector se hubiese atrevido anteriormente. Dos o tres profesores nos quedamos sentados y aunque alguno lo habrá tomado a mal, nadie nos recriminó. Claro, eran otros tiempos. No había abundancia de cámaras por dondequiera ni foros anónimos donde se podía criticar y hostigar a los que no piensan igual.
Pero para volver al tema. Yo admiro a Mariana Nogales. Ya quisiera tener la fortaleza de carácter de decir siempre lo que pienso, donde sea. Tal vez cuando sea grande…
Y es que hay que ser valiente para hacer lo que hizo. A la legisladora le
han dicho hasta bruja. ¿Bruja? ¿Por no creer en un libro plagado de errores y
de supersticiones? Cuestionan su capacidad para representar a los que votamos
por ella. ¿Acaso no conocen de sus luchas sociales y feministas? Parece que no.
Concluyen que no puede ser buena porque no es creyente. Sin embargo, los no
creyentes pueden y muchas veces están entregados a causas y luchas nobles. Los
Humanistas Seculares de Puerto Rico, para quien Nogales ha participado como
portavoz creen en fomentar “un sentido de comunidad entre la población
no creyente de Puerto Rico, además de combatir los estigmas, los prejuicios, el
discrimen, la marginación y el ostracismo producto de la desinformación, la
intolerancia y la mentalidad oscurantista que impera en nuestra sociedad
mediante la promoción de la razón, el pensamiento crítico y una sociedad
secular para todos. Es también nuestra misión promover y hacer valer el
precepto constitucional de separación de iglesia y estado.”
Recuerdo haber conversado una vez con una estudiante sobre si se podía ser buena persona sin creer en un ser superior. Yo aducía que en efecto, ella lo dudaba. La estudiante estaba convencida que yo creía porque era una buena persona. Y es que los que creen, no padecen de incertidumbres. Están convencidos de su verdad y solo en circunstancias extraordinarias le ceden un ápice a la duda. Los que no creemos, nos regocijamos en esa incertidumbre. Es lo que nos permite cuestionar todo lo que sucede en el mundo sin caer en la mística de las teorías de la conspiración. (¡Y mira que me gustan las películas de ciencia ficción!) Creer sin cuestionar es peligroso. Miren lo que ha pasado en Washington este 6 de enero de 2021. Los que proclaman al presidente número 45 como su líder, sin más ni más se lanzaron a destruir su propia constitución con tal de que su dios se mantuviera en el poder. Un dios como Baal, embustero, ambicioso y lascivo. Un cobarde que los instigó al caos y después los abandonó a su suerte.
La fe, de la que dependen las religiones, que son muchas y todas proclaman ser la verdadera, es ciega. No acepta matices. Estas conmigo o en contra mía. Y si estás conmigo soy capaz de perdonarte cualquier cosa. No en balde cada vez que un legislador es acusado por corrupción, vuela a protegerse bajo sus alegadas creencias religiosas. Sin embargo, la licenciada Nogales tiene derecho a no creer gústele o no a sus detractores. Su preparación y capacidad para ejercer el cargo que ahora ocupa están ampliamente documentadas por su trabajo a favor de las comunidades y las causas feministas. Su labor legislativa y no a que dios le profesa lealtad es, de aquí en adelante, lo que nos debe preocupar y por lo que la habremos de juzgar en el próximo cuatrienio.
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