Mi mamá es como yo, o yo soy como
ella. Ella sueña a menudo, tal vez
siempre lo hace pero no siempre lo recuerda. En los sueños que ha tenido desde
su enfermedad está perdida, escondida o abandonada. En uno de los sueños me cuenta que andamos,
ella y yo, cogidas de la mano. Ella ve
una ventana abierta y ve volar una paloma blanca que se escapa por la
ventana. Después se da cuenta que la
paloma soy yo y me he ido. La he
abandonado. En otro sueño está perdida.
Sabe que tiene que llegar a un sitio pero no sabe como llegar. No conoce
la ruta pero sigue caminando pa’lante.
Sabe que si llega se va a curar. Teme perder la oportunidad si no
consigue encontrar el camino. Marcha poco a poco, con mucho esfuerzo,
confundida, aterrada. En la calle
encuentra su brazo. Está tirado en el
suelo. Lo agarra y lo acaricia. Trata de ponérselo. Sabe que también necesita
una pierna, así que coloca el brazo en el lugar de la pierna. Sigue “como si
anduviera en tres patas,” dice. Ve un resplandor, “allá en la cumbre.” Sabe que
ese es su destino, pero por más que lo intenta no logra subir el trecho que
falta. Otra vez, piensa en la
oportunidad que habrá perdido si no alcanza la cima donde se encuentra la cura
tan esperada.
No hay que ser Freud ni Jung para descifrar
estos sueños. A mami le preocupa su condición, teme no volver a caminar ni a
usar su brazo. Teme a la soledad y al abandono. Ayer me contaba de unos hombres
que salían del televisor para hacerle daño.
Yo creo que son los tipos de Lo sé
todo, porque a menudo está el televisor en ese canal para que no se pierda
a Fatmagul, y por la forma en que los
describe (y porque esos tipos dan miedo con sus bochinches, sus hipocresías y
advertencias fatulas.) Y cuando el audífono no funciona ni siquiera podemos
tratar de razonar con ella. Hay que seguirle la corriente. Escucharla hablar de
los hombres que se escaparon del televisor y la ligan, y le aprietan el brazo. No podemos, cuando no oye, siquiera sugerir que es un sueño y que no debe tenerles miedo.
Mami también sueña con campos abiertos, pero sobre todo con
caminar, con ser libre-- confinada como está a la cama.¡Qué difícil debe ser estar en su condición! Perder las esperanzas
(porque a menudo lo hace); querer levantarte y que tu cuerpo te traicione, que frustrante. Andamos por la vida creyendo que el cuerpo es de esas pocas cosas que podemos controlar pero no es así. Nada está
bajo nuestro control. El día que el
cuerpo decide que va a arrebatarnos el control, así lo hace. No pide
permisos…Nos quedan solos los sueños, porque en ellos podemos volver a ser quienes éramos, podemos aspirar a las cosas como eran o como las queremos.
2 comments:
La imaginación es libre, el ser humano no. Luis Bueñuel
Así es, amigo.
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