Hay parejas que logran romper las barreras. Aunque se hayan encontrado de forma precipitada y accidentada, dando tumbos a ciegas, tienen la generosidad y paciencia necesaria para reconstituirse y re-empezar, en limpio, sin rencores ni recriminaciones. No he visto muchas de esa clase. Las más se reconcilian no por ellos sino por los hijos, por apatía, o por conveniencia. Luego los hijos se van y se miran y preguntan, ¿qué hago en esta relación? ¿A donde se han ido mis mejores días?
Al principio todo es bueno. Hay novedad y descubrimiento, luego es que viene el hastío. La relación que era tormentosa, se vuelve hostil. La que era sosegada, se vuelve aburrida. Aunque sea una frase trillada, resulta que en verdad el amor precisa de cultivo y cuidados.