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Friday, June 14, 2024

Elogio a las tías

 Sé que se acerca el día de los padres y que tal vez debería escribir sobre ellos pero me temo que no va a ser. En esta ocasión, inspirada en una columna que escribió Norwill Fragoso para PrimeraHora, quiero escribir también yo, sobre las tías. Las tías han sido fundamentales en mi vida. En total, tías de sangre, digo, he tenido, seis: cinco por parte de padre y una por parte de madre. En esta ocasión quiero destacar las tres que han marcado mi vida y a las que por siempre les viviré agradecida.

 La primera tía con la que tuve una relación importante fue con una hermana de mi papá. Ella llegó a quedarse unos días con nosotros cuando éramos pequeñas. De ese primer encuentro no tengo muchos recuerdos y los pocos no son gratos. Yo supongo ahora en retrospectiva, que ella fue a parar a mi casa porque papi era el mayor y le habrían encargado su cuido. Ella venía a ganarse la vida y tal vez hasta huir del yugo materno porque dicen que mi abuela era fuerte, aunque yo no la recuerdo así (Hasta en esos tiempos se puede marcar la brecha entre los abuelos y los padres). Sin embargo, mi tía en cuanto se casó se fue transformando en una señora cariñosa, y alegre. La primera boda a la que recuerdo asistir fue a la de ella. Se casó como se casaban entonces las parejas, con una gran celebración en un hall en Chicago. Ella se veía hermosa y su marido parecía un galán. Mi hermana, la bonita, fue dama de esa boda y recuerdo como corrimos por aquel salón detrás de ella con su vestido como de princesa, parecido al de la novia. Varios niños, que incluían al portador de anillos nos hacían el coro. Después de varios años, ella se mudó a Puerto Rico y nosotros la seguimos. En busca de oportunidades y seguro que para estar cerca de su familia, su esposo eventualmente decide mudarse a Naranjito, lo que nos ponía nuevamente a distancia de ella. Así se convirtió en la tía que, vivía lejos y había que ir a visitar. Aunque en aquellos tiempos no era fácil, creo que ella venía a nuestro barrio a ver a su mamá que aún vivía allí, por lo menos, una vez al mes. Así que desde que la conocimos cuando yo apenas tenía unos cinco años hasta el día de hoy, nunca dejó de ser nuestra tía más cercana. Ella (CG) era intrépida y pícara.  Sin tener licencia de conducir, subía y bajaba por las cuestas de Naranjito como alma que lleva el diablo en una Station Wagon color crema y no le tenía miedo a nada. Siempre parecía que estaba haciendo mil cosas a la vez. Y nunca, que recuerde, nos miraba mal, a los sobrinos, o criticaba nuestras acciones. Era lectora voraz a pesar de que solo había estudiado hasta quinto grado. Recuerdo una vez que surgió el tema de su paso fugaz por la escuela y ella admitió que nunca le gustó la escuela, cosa que me resulta extraño porque estaba bien informada y le gustaba leer de todo. También le gustaba jugar cartas, montar rompecabezas y hasta jugar juegos de vídeo con su esposo. Le gustaba hacer cuentos y chistes y su risa era honda y contagiosa. Tenía dulce para los muchachos como se dice, porque fueron muchos los amigos de sus hijos, vecinos y otros que iban a su casa y terminaban quedándose. Tuvo un periodo de “infinita tristeza” como dice Manu Chao, mientras cuidó a nuestra abuela que nunca superó del todo pero seguía siendo dulce y servicial para con todos los que íbamos allá a visitar. Ahora le llegó la viudez y la fragilidad física. Hoy tengo entendido que se la pasa en su sillón reclinable dejando, mal que bien que hagan por ella. Después de dar tanto ahora debe descansar sabiendo que de más hay quien cuide de ella. Hay tanto más que puedo decir de ella pero se me hace demasiado largo y hay otras tías que merecen mención.

 La segunda tía que conocí, DT, también por parte de padre, influyó grandemente en mí. Ella llegó a Chicago con 18 o 19 años. Era joven, alegre y coqueta. También era de risa fácil y tenía algo que la primera no tenía: sandunga. Fue por ella que llegó la música pop en español a mi vida y la salsa. En las reuniones semanales que teníamos en los 70 ya de regreso a la isla en casa de mi abuela, los sábados en la noche eran los días de pararnos detrás de ella para que nos enseñara los pasos del contagioso ritmo que seguiría disfrutando años después y con los que alegré muchos sábados de baile, cuando eso todavía se acostumbraba en PR. Es uno de los recuerdos más gratos y divertidos que tengo de aquella época. Ella que seguramente careció de todo, o casi todo, se desvivía por llegar cada vez que cobraba con el último disco de Lisette, Chucho, Rafael o el que fuera. También se ocupó de que nosotras sus sobrinas y sus hermanas mas jóvenes conociéramos de la farándula local. Fue gracias a ella que conocí las fotonovelas en las que Verónica Castro, Enrique Guzmán, Silvia Pinal y un chorro de estrellas del cine mexicano, argentino y español pululaban mundos. Gracias a ella y a las tardes de películas que comenzaron en casa de mi abuela yo empecé a hacerme puertorriqueña.

 La ultima tía que voy a mencionar, también por vía paterna, es más bien una tía abuela. Esta tía es la de los cuentos. Muchas de mis amistades la conocen de forma vicaria ya que les he compartido cuentos que ella me hacía y a los que he tratado de documentar. IF se crió como hija de mi abuela y abuelo aunque realmente era su hermana. (Sí, sé que es algo complicado y no tengo intenciones de explicarlo aquí.) Una vez me contó que ella había sido gorda y comilona y que esa compulsión por comer la metería en muchos problemas con mi abuela, pero yo nunca la conocí así. Para mí siempre fue una señora esbelta y guapa, bien vestida y severa. La primera vez que la vi, me parecía que llegaba una artista de Hollywood. Tenía puesto un traje negro con un encaje verde, tacones, y llevaba su melena peinada y acondicionada. Recuerdo que trajo con ella a los nenes y a mí me pareció súper cool que a aquella niñita la hubiesen vestido toda de rosa. Hasta los zapatos, si mal no recuerdo eran rosados. 

IF se divorció de su marido maltratante cuando era todavía una mujer joven, pero nunca quiso volver a casarse. Ella siempre decía que como ella era católica, aunque estuviera divorciada, y ante los ojos de dios seguía casada. Mi tía tuvo dos hijos a los que crió con mucho celo y severidad. Ella misma me contaba, ya yo adulta, y sus hijos con hogares propios, lo dura que fue con su hija. También me contó de sus propias crisis y de su corto paso por lo que ella decía era la locura. Yo, aquí en mi rol de pseudo psicóloga, creo que tal vez estaba deprimida porque se acababa de divorciar, estaba pasándola mal económicamente, y cuidado si hasta por la menopausia o perimenopausia.  Afortunadamente, ella superó todas esas cosas y se volvió la tía maternal y jovial que conozco hoy. Otra cosa que no he dicho es que IF es sorda pero hace como diez años la operaron y el cambio ha sido del cielo a la tierra. Como saben mis amigos, ella me fascina y estaría horas escuchando sus cuentos. Desafortunadamente, para mí ella por sus condiciones de salud y porque tiene 91 años, hoy vive con su hija en Georgia. Trato de verla y compartir con ella siempre que está por acá pero ya no hay tiempo para recoger sus cuentos ni aprender del pasado de ella, ni de nuestra familia. Siempre viviré arrepentida de no haber recogido todos los cuentos a tiempo. Espero que su nieta la encuentre tan fascinante como yo y pueda aprovechar el tiempo antes de que sea tarde.

 Me siento afortunadísima de tener estas fabulosas mujeres en mi vida y quiero que ellas lo sepan porque muchas veces, no les damos valor a las personas cuando están con vida y no quisiera que ese fuera el caso conmigo.

 A todas mis tías, incluso las tías políticas, las quiero y las abrazo en este humilde homenaje.

 

Enlace al columna de Fragoso:

https://www.primerahora.com/opinion/norwill-fragoso/notas/el-infinito-amor-de-las-

tias/