Clara nació en 1926. Su familia era
de Dominguito, Arecibo, pero en busca de mejores oportunidades pronto se
mudaron al pueblo de Arecibo. Su mamá
era criada, su papá vendía flores y huevos. Eventualmente, Clara fue a vivir
con su mamá y cuatro hermanos a Barrio Obrero.
Allí Sotero, su papá, se dedicó a vender pan junto con su hijo. Clara se destacó como estudiante y al
terminar la escuela superior fue reclutada como maestra. Fue en Barrio Obrero que conoció al que años
más tarde sería su esposo por más de cuarenta años y con quien procreó cinco
hijos. Mientras la familia crecía, Clara
continuó sus estudios por medio del programa de Extramuros de la UPR y completó
su bachillerato viajando en carro público a Río Piedras durante los veranos. La
mayor parte de su tiempo como maestra, casi todo de primero y segundo grado,
trabajó en una escuela asociada con el caserío en el barrio Cotto de Arecibo. Allí se convirtió en la maestra favorita de
muchos. Acostumbraba hacer fiestas
para los niños en el patio de su casa y en los veranos traía a algún niño
desaventajado de “campamento” a su casa. En 1981, se retiró de maestra y
comenzó a trabajar a tiempo parcial en un colegio privado. Pero eso lo hizo por poco tiempo porque
empezaron a llegar los nietos y había que dar la mano.
Yo conocí a Clara muchos años más tarde.
Así que conozco su historia personal a través de terceros. La Clara que
conocí cuidaba a su mamá quien estaba ya bastante entrada en edad, pero lúcida
como ninguna. Clara sufría a su mamá con quien tenía una relación contenciosa,
pero con los demás era cariñosa y alegre.
Le gustaba leer el periódico, hacer el crucigrama y cuidar de todos. Cuando
su mamá murió, comenzó a salir con sus amigas y a realmente disfrutar la vida.
Devota como ninguna no se perdía un rosario ni una misa. Era la primera en cualquier actividad de la
iglesia. También disfrutaba de ir al cine con los nietos y visitar a sus amigas. Mantenía a la
familia informada de los nacimientos y decesos de los conocidos. También le gustaba caminar por las mañanas. Se
levantaba tempranito y caminaba hasta la plaza y regresaba. Clara se cuidaba
mucho. Era metódica con sus medicamentos
y citas médicas. Todo lo anotaba en un pad magnético que tenía en la nevera. Cuando no estaba, dejaba notas enigmáticas con códigos que sólo sus hijos y nietos entendían.
Hace aproximadamente cinco años las cosas empezaron a cambiar para Clara. Lo primero que le pasó fue que tuvo que dejar
de caminar: la habían asaltado mientras hacia ejercicios. Una actividad que le causaba tanto placer, le
fue arrebatada. Ella no quiso compartir
esa historia con sus hijas quienes le advertían a menudo del peligro de caminar
por las calles sola. Después ocurrió que se subía en su coche con la idea de
llegar a este o el otro lugar y se perdía.
Una vez me llamó al trabajo para decirme que iba a verme y llegó horas
mas tarde con una nieta. Me dijo entre risas
y excusas que no había encontrado el camino—uno que había recorrido cientos de
veces-- y tuvo que llamar a Vanesa para que la trajera. Otro día se perdió
camino a casa de su hermano, y así empezaron a acumularse los episodios.
Fue al médico. El diagnóstico: la primera etapa de Alzheimer. Aunque
siempre alegre y de buena disposición, Clara se volvió exuberante y eléctrica. Todo
le causaba risa y perdió algo de su conocido pudor. Las hijas andaban alarmadas, pero a los demás nos
parecía adorable. Siempre que le preguntábamos cómo estaba respondía, “Feliz. Si
lo tengo todo.” Y la verdad es que era cierto, lo tenía todo. Si por todo se entiende, todo lo que se
necesita para ser feliz. Su familia
estaba pendiente de ella, tenía ingresos suficientes para costearse sus
necesidades y físicamente estaba fuerte y saludable. Todavía
corría—literalmente --por el patio con sus bisnietos. Se tumbaba en el piso con
ellos y jugaba al esconder.
@elf2015 |
La transformación que ha sufrido mi suegra, me vino a la mente recientemente mientras veía la película Still Alice con la cual Julianne Moore fue galardonada con su primer Oscar en el 2015. Still Alice es un film que requiere pañuelo. Es la historia de una mujer que recién cumplido los cincuenta es diagnosticada con un tipo poco común, pero agresivo de Alzheimer. Alice tiene que aprender a vivir con la enfermedad pero lo peor para ella es reconocer que pronto ya no tendrá recuerdos. “All my life I've accumulated memories; they've become, in a way, my most precious possessions” confiesa Alice en una charla que ofrece a la Asociación de Alzheimer.
El caso de Clara y el de Alice no son idénticos. Clara ha tenido la suerte de disfrutar de una larga vida (89 años), de ver crecer a sus hijos, sus nietos y hasta de cargar y cuidar a sus bisnietos. Sin embargo, hay momentos en los que Moore, quien retrata con mucha credibilidad el deterioro físico y mental de Alice, hace gestos que me recuerdan a mi querida suegra. En una entrevista con Jon Stewart, Moore habló de cómo se dio a la tarea de entrevistar a pacientes de Alzheimer para tratar de entender la magnitud de lo que le podía ocurrir a su personaje. En una escena Alice todavía lúcida, visita un hogar de pacientes en las etapas finales y ve su futuro: un hogar de ancianos todos sentados, perdidos en sus propios mundos y prácticamente, abandonados. Determinada a ser ella quien decida cómo va a ser su final, llega a su casa y hace un vídeo con instrucciones para sí misma indicando cómo poner fin a su vida cuando todo se deteriore, pero cuando llega el momento ya es muy tarde…
A pesar de las excentricidades de Clara en esta nueva
etapa de su vida (le gusta maquillarse, de manera particular, y pintarse los
labios de rojo cuando llega visita) todavía no se encuentra físicamente
deteriorada. Camina sin tropiezos, come bien y puede, como ella suele decir,
ponerse sus propios “pampers”. Supongo que los medicamentos que toma ayudan a
detener el agresivo paso de esta condición con la que hoy viven tantos
ancianos. No sabemos como estará dentro
de cinco años, pero creemos que todavía estará con nosotros porque, aunque es
la única que queda de cinco hermanos, su mamá murió a los 103 años. A mi me
complace saber que aunque hubo momentos difíciles en su vida, pudo disfrutar,
por un periodo razonable, de una vida larga y plena. Y el recuerdo de cómo era nos ayudará a los
que la amamos a recordar que aunque se pierda en un limbo inalcanzable e
incomprensible, en alguna parte todavía vive la viejecita alegre que conocimos
alguna vez. Todavía es Clara.
8 comments:
Bueno, con este ya son tres escritos sobre el tema de la vejez y los tres me han gustado mucho. En este destaco el título, que además de apropiado me parece un título de resistencia de la buena, de esa que se nutre de la lucha, no de la sin razón. La gente sule decir "todavía está clara" para referirse a la capacidad mental (de memoria) que conservan los ancianos. Lo que no había considerado es que en estos días ese comentario es un lujo. Me agrada Clara, tanto la que conozco por referencia como la que describes de manera tan amable y conmovedora en tu texto.
Aleator:
Gracias por el comentario. Sí, su nombre sirve para el juego aquí Clara, nombre; clara, adjetivo. Como ves quería hablar de la película, pero me salió Clara...
Hola prima. Vi la película y no me conmovió tanto como tu relato. Excelente escrito. Te felicito.
Gracias, Melvin. A ver cuando nos vemos.
Me toca de cerca. Bellamente escrito como de costumbre. Contra el olvido, cada instante compartido
Gracias Eve. Un abrazo,
What a beautiful reflection on the play of memory, giving it and letting it go, you weave into this portrait.
MUCHAS GRACIAS! ! ! !
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