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Sunday, December 19, 2010

resistir el imaginario anexionista


Para complementar la imagen, incluyo extratos de un trabajo de José J.(Pito) Rodríguez titulado, "De viaje por la historia y el imaginario anexionista."

...En sus nexos con la Universidad, el Partido Nuevo Progresista cuenta entre sus logros las intervenciones militares de 1969, 1971, 1981 y la más reciente de diciembre de 2010. Además, es imposible dejar de mencionar, porque hay algo de cierto en eso de que está prohibido olvidar, que este movimiento político ha estado estrechamente relacionado con la conspiración que culminó en el asesinato de dos jóvenes en el Cerro Maravilla, el crimen de Villa Sin Miedo y el carpeteo político de miles de puertorriqueños...

El neomacartismo anexionista “penepé” es un discurso paranoico que pretende legitimar, a partir del miedo y la incertidumbre, la violencia del gobierno contra “enemigos”, más imaginarios que reales. ¿Y quiénes son esos llamados “enemigos”? Pues todo el que no cante en su coro, todo el que esté en el afuera de su círculo, todo el que no sea corrupto o corruptible. Enemigos son los populares. Enemigos son los independentistas de todas las tendencias y organizaciones. Enemigos son los miembros del Colegio de Abogados. Enemigos son los estudiantes y profesores que se oponen a las políticas desplegadas por una administración universitaria que, baste recordar, fue considerada como mentirosa y fracasada por ese cuerpo acreditador de universidades que es la Middle States Association.


...Hay que laborar en las trincheras de papel con el arma de la crítica y (re)pensar la Universidad que queremos. Hay que potenciar el poder de la cultura, de la palabra oral y escrita como fuerza contra la brutalidad. Hay que prepararnos para la natalidad, para ese recomienzo que, como muy bien observó Hannah Arendt, requiere de la deliberación y de ejercer la palabra en el espacio público, sobre todo, en ese espacio nuestro que es la Universidad. Hay que hablar, pero también, y más importante aún, hay que escuchar atentamente a los demás para poder encontrar los puntos de consenso entre los diversos sectores de la comunidad universitaria. No es tarea de uno. Ni siquiera de un grupo. Por eso, al menos para la universidad, hay que decir adiós a las consignas y los fanatismos políticos y asumir el reto de forjar el bloque histórico universitario. Esta es una administración que carece de apoyo y debemos aprovechar su falta de legitimidad. Más aún, abramos la Universidad y fortalezcamos su contacto con el país. Creemos lugares en el espacio cibernético y en los medios de comunicación que nos resulten accesibles. Hablemos al país de la Universidad, de lo que ha venido haciendo y de lo que continuará logrando. Pero, sobre todo, hagamos el trabajo de llevar nuestro mensaje a los familiares y amigos, uno a uno, pues todos serán indispensables para detener la violencia y la insensatez. Con la palabra y la inteligencia derrotaremos a los mercaderes y pondremos fin al balbuceo, el tartamudeo, el pataleo, el contoneo y la mamalonería. Esta administración no puede dar lo que no tiene. A esta burocracia nada le debemos y, de ella, nada bueno se debe esperar. Actuemos con prudencia para hacer posible el giro que nos permitirá la refundación de la Universidad sobre una verdadera autonomía universitaria y una cultura democrática.

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